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Antonio Banderas brilla en los Goya con mayor acento andaluzEl cine de aquí existe

  • 'La Isla Mínima', coproducida por la empresa granadina Sacromonte Films, se lleva un puñado de estatuillas en una gala que vivió otra reivindación contra el 21% de IVA 'La Isla Mínima' culmina un glorioso ciclo que inició su despegue con 'Solas', la inolvidable cinta de Benito Zambrano

El cine andaluz tomó ayer la gala de los Goya en una gala en la que La Isla Mínima consiguió un puñado de estatuillas y Antonio Banderas pronunció uno de los discursos más emocionantes de los últimos años al recibir su Goya de Honor de manos de Pedro Almodóvar.

Uno de los hombres de la gala de los Premios Goya, celebrada ayer en su vigésimo novena edición, y tal vez a su pesar, fue el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, blanco de todas las miradas a cuenta del morbo y su ausencia el año pasado. Y llegó Wert, en plan conciliador, afirmando a la prensa nada más comparecer que el cine español tenía mucho que celebrar anoche: "Hay entre las diez películas más vistas, tres españolas y por primera vez cinco superan el millón de espectadores, eso es algo para celebrar". Y sí, a pesar del IVA, del desmantelamiento de la industria y otros obstáculos, el cine español celebró anoche lo que tuvo que celebrar. Y todo, como se esperaba, con acento andaluz. De entrada, el que puso Dani Rovira como presentador del sarao, cantando con otras estrellas del ramo Resistiré: toda una reivindicación bien clarita antes de ganar el Goya al mejor actor revelación.

Dani Rovira tuvo una actuación cómica y amable. Tras esto, repartió bromas entre los actores principales de las películas nominadas en la máxima categoría. Como a Jesús Castro, al que le confesó que le da "mucho coraje. Eres guapo, tan guapo que me enamoro ahora. Y eres muy bueno, hijo de puta" y le deseó "muchísima suerte esta noche", aunque finalmente la Academia se decantó por el protagonista de Ocho apellidos vascos.

Para esta cinta fue también el premio al Mejor Actor de Reparto, que consiguió Karra Elejalde, y se lo entregó su hija en la película, Clara Lago. El de Mejor Actriz de Reparto lo logró Carmen Machi, que aseguró que "formar parte de este peli" ha sido "un lujo". Y a la recientemente desaparecida Amparo Baró -su compañera en Siete vidas- le dedicó el galardón: "amada, añorada y querida, esto es para ti".

El de Mejor Actriz Revelación fue para Nerea Barros por La Isla Mínima, que casi no pudo hablar por su llanto de emoción, y dio las "gracias a cada uno de los miembros de la Academia por darme el reconocimiento tan maravilloso". "Viva el cine español, viva el público español; este año ha habido unos peliculones increíbles, hemos roto la distancia que había con el público", agregó. Para esta cinta fue el cabezón a Mejor Guión Original, concedido a Alberto Rodríguez y Rafael Cobos.

La película, que partía como favorita con 17 nominaciones, también se llevó los premios en las categorías técnicas como el de Mejor Vestuario para Fernando García, Mejor Montaje para José M. G. Moyano, Mejor Dirección Artística para Pepe Domínguez, Mejor Dirección de Fotografía a Álex Catalán y el de Mejor Música Original para Julio de la Rosa.

El de Mejor Sonido fue para El Niño, al igual que el de Mejores Efectos Especiales, mientras que el de Mejor Maquillaje y Peluquería se lo llevaron Carmen Veinat y José Quetglas por Musarañas. Uno de los momentos más especiales fue la entrega del Goya de Honor a Antonio Banderas por Pedro Almodóvar, que recordó que en los 80 los ojos de los personajes masculinos de sus películas eran los de Banderas: "Nadie como él ha mirado con tanta pasión y con tanto deseo". El director de Todo sobre mi madre indicó que tuvo la suerte de encontrarse con él a los pocos meses de llegar de su Málaga natal y rememoró cómo el actor "incendió las pantallas en los 80 y en los 90 consiguió triunfar fuera de nuestras fronteras, algo que solo había hecho Fernando Rey". Por su parte, Banderas confesó que todo lo que tiene se lo debe a su profesión, "pero no tanto lo que tengo, sino lo que soy", a lo que agregó que "el que está aquí subido no sólo me pertenece a mí" sino a todos los que se han cruzado en su camino y de una u otra forma lo han moldeado.

Habló sobre su pasado y su futuro porque "si miro hacia atrás me veo viejo, pero si echo la vista hacia delante me siento muy joven" y echó una mirada al pasado en la que "surgen nombres grandes con los que tuve la ocasión de compartir la pantalla, que dejan huella". Para concluir su extenso discurso, hizo referencia a la crisis, el estado natural del cine y los actores. "Y debo serlo, el caos es el mejor aliado de cada artista, debemos moldear en el barro, en ello hemos de vivir", sentenció.

Este año el discurso de González Macho se salió de la norma, él mismo indicó que "quisiera hacer una elipsis para pasar de un momento a otro sin tener que mencionar lo que he mencionado estos tres últimos años". Entonces hizo "una reivindicación" por el "maldito iva, que ya va siendo hora de que nos lo bajen". Así, comentó que "los problemas siguen ahí, el que los quiera recordar que se remita a mis anteriores intervenciones", sin embargo, destacó que "estamos en un momento muy bueno del cine". En su intervención se dirigió a los embajadores que estaban presentes en la sala, y en especial a los de EEUU y Francia, a los que confesó la "envidia" que siente por sus modelos y el apoyo de sus gobiernos al cine.

También habló del presente del cine español y "de los que hacéis el cine". "Estáis aquí los culpables, aunque no todos, de lo que ha pasado este año, ¿qué queréis que os diga? Habéis creído en lo que teníais que creer y lo habéis hecho de tal forma que habéis logrado que sea un año excepcional para el cine español", señaló, para animarlos a "levantarse" aunque se caigan "una, dos, tres, cuatro o cinco veces". "Quisiera deciros que hoy en esta gala tenemos un modelo que tenemos que seguir, que tiene que ser nuestro faro, está aquí y tiene 89 años, nuestra querida y admirada Asunción Balaguer", a la que todo el público dio una sentida ovación. A ella se dirigió después: "no puede haber mejor modelo, será imposible igualarte, pero aunque te lleguemos a las rodillas será suficiente".

Para finalizar, resaltó la importancia de los cortos, una categoría que debe tener "nuestro reconocimiento" y de la que en esta edición se han presentado "unas obras maravillosas".

Después de esta alabanza a los cortos llegó el momento de entregarlos. El de mejor animación fue para Juan y la nube, de Giovanni Maccelli, que aseveró que los cortometristas "no somos el futuro, somos el presente"; el de documental se lo llevó Walls (Si estas paredes hablases), de Miguel López Bezara; y el de ficción para Café para llevar, de Patricia Font; Carlos Marques-Marcet logró el cabezón a Mejor Dirección Novel por 10.000 km. Una noche de reivindación del cine en general y del andaluz en particular.

Primavera de 1994. Un grupo de jóvenes estudiantes de Imagen y Sonido de la primera promoción de Ciencias de la Información de Sevilla prepara un documental para la asignatura de producción. El título es toda una declaración de intenciones: ¿Existe el cine andaluz?

Sobre las bases de los trabajos pioneros de algunos historiadores e investigadores, los estudiantes y sus interlocutores no parecían demasiado convencidos de que los contados hitos y títulos del cine hecho en Andalucía o por andaluces (de Elías a García Maroto, de Picazo a Summers, de Diamante a García Pelayo, de Molina a Bollaín, de Távora a Cuadri) pudieran constituir la idea de un cine netamente andaluz, con sus señas de identidad culturales definidas o con una estructura industrial propia y asentada.

Uno de aquellos jóvenes era Alberto Rodríguez, en cuya casa paterna se editó con dos rudimentarios vídeos VHS, nocturnidad y mucho café aquel trabajo amateur con más interrogantes e intuiciones que certezas. El mismo Alberto Rodríguez que ayer triunfó en los Goya por La Isla Mínima después de seis largometrajes y 15 años haciendo cine, siempre en Andalucía.

La Isla Mínima, un thriller efectivo, vibrante y turbio con el paisaje local como poderoso marco dramático y la España de la Transición como trasfondo histórico, logró también el reconocimiento de la taquilla y la crítica, y con su irrupción parece culminarse un glorioso ciclo mediático para el cine hecho por andaluces y en Andalucía, un ciclo que inició su fulgurante despegue en 2000, con los cinco goyas de Solas, de Benito Zambrano.

Zambrano (Habana blues, La voz dormida) y Rodríguez (El traje, Siete vírgenes, After, Grupo 7) han abanderado una década y media de éxitos (también algún fracaso) que ha posibilitado el paulatino reconocimiento de nuestros directores, productores, guionistas, intérpretes o técnicos más arriba de Despeñaperros, en una industria fuertemente centralizada en Madrid y amparada cada vez más por la estrecha relación entre los productores independientes y los dos grandes grupos mediáticos Atresmedia y Mediaset.

Han sido muchos los nuevos nombres que se han sumado en este periodo a la dirección de largometrajes de ficción: los sevillanos Santiago Amodeo (Astronautas, Cabeza de perro, ¿Quién mató a Bambi?), Jesús Ponce (15 días contigo, Déjate caer), Paco León (Carmina o revienta, Carmina y amén), Álvaro Begines (¿Por qué se frotan las patitas?, Un mundo cuadrado), Ana Rosa Diego (Siempre hay tiempo), Paco Cabezas (Aparecidos, Carne de neón), Paco Campano (La furia de Mackenzie), Francisco Baños (Ali), Alfonso Sánchez (El mundoes nuestro), Fernando Franco (La Herida), Jorge Naranjo (Casting) o José F. Ortuño y Laura Alvea (The extraordinary tale); los malagueños Chiqui Carabante (Carlos contra el mundo, 12+1), Ramón Salazar (Piedras, 10.000 noches en ninguna parte) o Enrique García (321 días en Michigan); el almeriense Manuel Martín Cuenca (La flaqueza del bolchevique, La mitad de Óscar, Caníbal) o los cordobeses Antonio Hens (Clandestinos, La partida) y F. Javier Gutiérrez (Tres días), entre otros. Muchos trabajando en su tierra y con sus equipos técnicos y artísticos, otros en Madrid; algunos, como Antonio Banderas, entre Hollywood y Málaga, a dónde ha vuelto para dirigir (El camino de los ingleses) o producir animación digital (El lince perdido, Justin y la espada del valor) con vocación internacional.

La lista de actores y rostros andaluces que se han incorporado al cine y la televisión nacional en este periodo es inmensa, de Antonio Dechent a Inma Cuesta. Muchos de ellos superan poco a poco los estereotipos y tópicos regionales en sus papeles, otros no tanto. Pero ahí están, en las películas y series de más éxito del momento o incluso presentando los Goya.

Todo este fenómeno ha sido aprovechado para la consolidación y amplificación de la etiqueta "cine andaluz" por parte de asociaciones veteranas como Asecan, revistas de nueva creación como Cineandcine, festivales o film commissions, que se mueven a mitad de camino entre los servicios de producción y la promoción turística, atrayendo o gestionando rodajes para Andalucía, algunos de ellos muy bien rentabilizados políticamente.

Mientras tanto, los productores reclaman más apoyo y ayudas de la televisión pública autonómica, Canal Sur, que parece haber aparcado y reducido su vinculación con el cine andaluz justo cuando mejor empezaban a irle a éste las cosas. Hasta la Presidenta de la Junta, Susana Díaz, se ha reunido para fotografiarse con los artífices de este éxito y quiere apuntarse el tanto de una futura Ley del Cine de Andalucía que proteja y consolide esta realidad profesional, industrial y económica.

A la vista de todo esto, y contestando una pregunta lanzada hace más de 20 años, se diría que sí, que el cine andaluz existe.

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