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Aurelio López Azaustre: escultor, imaginero y maestro de artistas

Estas breves notas son sólo para recordar la figura de tan insigne maestro de la escultura, gran figura dentro y fuera de nuestro claustro por su magisterio y su personalidad manifiestamente amigable y, que se mostraba mucho más humilde de lo que su enorme grandeza artística requería.

Aurelio López Azaustre comenzó su andadura en el taller de Navas Parejo; con quince años ya estudiaba en nuestra Escuela tres disciplinas: Historia del Arte, Dibujo y Modelado. A principios de los cincuenta vivía su etapa madrileña; con treinta y un años obtuvo el título de Maestro Imaginero en la Escuela Superior de Bellas Artes en Sevilla, y dos años más tarde ganó por concurso-oposición, la plaza de Talla en Madera de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valencia, después se trasladó a su Escuela, la de Granada, hasta su fallecimiento.

Desde 1948 estuvo presente en casi todas las exposiciones colectivas en Granada, también tiene en su haber varias individuales por distintas provincias españolas e incluso en París. Obras suyas forman parte entre otros del paisaje urbano de: Ibi en Alicante, Alhendín y Colinas Bermejas en Granada, monumento desaparecido que nos gustaría saber dónde ha ido a parar, y en otros lugares públicos y privados.

Conocí al gran maestro Aurelio a través de uno de sus discípulos, éste me hablaba de toda una cadena de virtudes estilísticas, personales y pedagógicas sin parangón, hasta el caso de que no deseaba otra cosa sino parecerse al maestro cada día más y su sueño era que a la jubilación de López Azaustre él lo sustituyera en su cátedra en esta Escuela.

Lo cierto es que Aurelio falleció, pero su obra continúa viva; la conocí en aquella magnífica exposición que organizó la Escuela de Arte en su honor y como muestra de reconocimiento en el año 1990, justo dos después de su muerte, de la que ahora conmemoramos el veinte aniversario.

Para el catálogo de esa exposición escribieron textos muy sentidos expertos y amigos como: Carlos Cano, José Castro, Domingo Sánchez-Mesa, Marino Antequera, Ramón Fernández Espinar y su sobrino José F. Lorenzo Rojas.

Poco después de su muerte el Ayuntamiento de Granada le dedicó una calle, como a otros Profesores de la Escuela también fallecidos, y es que ciertamente la última página en la vida de un hombre la escribe su muerte, aunque después perdure a través de su obra en nuestros recuerdos.

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