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La Berlinale se conmueve con la recreación de la matanza de Utoya

  • El director Erik Poppe reconstruye con la ayuda de la joven actriz Andrea Berntzen un episodio que estremeció a Noruega en 2011

La actriz Andrea Berntzen y el director Erik Poppe, en la Berlinale.

La actriz Andrea Berntzen y el director Erik Poppe, en la Berlinale. / PHILIPP GUELLAND / efe

Noruega impactó ayer en la Berlinale con Utoya, un filme rodado en una sola toma y surgido del trauma colectivo dejado por el ultraderechista Anders Breivik tras los 72 minutos que duró su matanza en un campamento juvenil de una idílica isla vecina a Oslo. "Lo ocurrido ese 22 de julio no puede transmitirse en palabras. Tenemos el rostro de Kaja para vivir la angustia, el miedo, el desconcierto de quienes murieron o sobrevivieron a la tragedia", explicó su director, Erik Poppe, sobre una película incluida en el último momento entre las 19 aspirantes al Oso.

Kaja, interpretada por la jovencísima Andrea Berntzen, es la muchacha a la que sigue la cámara de Poppe en todo el filme desde una primera llamada de su madre, a las 17:06 de la tarde, reproduciendo en tiempo real lo vivido ese día de verano de 2011. "No te preocupes, estamos en la isla más segura del mundo", le responde Kaja, mientras desde Oslo llegan las primeras informaciones del atentado con bomba perpetrado en el barrio gubernamental, apenas dos horas antes. El espectador sabe que la explosión de Oslo, donde murieron ocho personas, fue el primero de los dos atentados promovidos por Breivik, un fundamentalista neofascista, que del barrio gubernamental se trasladó a Utoya para matar a sangre fría a 69 personas, en su mayoría adolescentes y niños.

Ninguno de los muchachos y muchachas con que se topa Kaja sabrá en todo el filme quién es su atacante. La cámara apenas mostrará un par de veces a una sombra, la única que no trata de esconderse ni corre, ya que es el asesino, mientras uno de esos adolescentes que se lo topó explica que quien dispara "es la policía". Breivik actuó solo, sabe el espectador de hoy, y efectivamente llevaba un uniforme policial. Los muchachos y muchachas que huyen despavoridos por el bosque o entre el lodo que rodea el lago no logran entender por qué nadie acude en su auxilio.

"Es un proyecto colectivo en el que he contado con los testimonios de tres supervivientes de la tragedia. Opté por la ficción, no por reproducir un caso concreto, por razones de ética. Para Noruega es un trauma nacional", explicó Poppe sobre sus decisiones respecto al rodaje del filme.

El realizador ofreció su conferencia de prensa acompañado de su actriz protagonista, de 19 años, y de otros de los actores, profesionales o no, que interpretan a otros adolescentes, así como los tres supervivientes de la tragedia. Todos ellos compartieron el aplauso de los medios, para una película que, insistió Poppe, surgió como proyecto de un país traumatizado por un monstruo surgido en una sociedad con altísimos niveles de bienestar y que se creía perfecta. La crítica a la gestión policial -que se demoró hasta lo inexplicable, como reconstruyó luego una comisión investigadora- queda plasmada con las últimas víctimas que habrían salvado sus vidas si las fuerzas de seguridad hubieran llegado antes.

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