Música hoy

Billie Holidaysexo, drogas y jazz

Eleanora Fagan Gough, que pasaría a la historia como Billie Holiday, nació en Filadelfia, el 7 de abril de 1915. Lady Day, como también se conoció a la que para muchos fue la mejor cantante de jazz de la historia, está unánimemente considerada, junto a Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald, como una de las tres voces femeninas más influyentes en el desarrollo de este estilo musical.

La principal aportación al jazz de Billie Holiday está en su innata capacidad de interpretación, apoyada en un innato sentido del swing que transmitía a los temas que cantaba una intensidad y dramatismo raramente igualados por ninguna otra artista. Una manera de cantar que la hacen claramente tributaria en su estilo de grandes clásicos del blues y el jazz como Bessie Smith, Ma Rainey, Louis Armstrong y también el saxofonista Lester Young con quien compartiría su vida profesional y personal. Para explicar la increíble sensibilidad que derrochaba en todas sus canciones ella sencillamente decía: "Yo he vivido canciones como esa".

Aunque nació en Filadelfia, Billie se crió en Baltimore. Su madre, Sadie Fagan, contaba sólo trece años cuando su hija vino al mundo y su padre Clarence Holiday, que llegó a ser guitarrista en la orquesta de Fletcher Henderson, tenía apenas quince. La pareja nunca llegó a contraer matrimonio y Clarence pronto abandonó a su mujer y a su hija lo que obligó a Sadie a dejar a su bebé al cuidado de quien pudiese hacerse cargo de ella para buscarse la vida hasta que a los diez años decidió internarla en una escuela católica tras comprobar que la niña había sido violada.

Sexo, drogas y jazz

Con doce años huyó de la escuela y se trasladó con su madre a Nueva York, donde ésta encontró trabajo como mujer de la limpieza. La niña se vio obligada a ejercer la prostitución. Fueron años muy duros durante los cuales la joven Billie comenzó a frecuentar los clubes de jazz neoyorquinos en los que pronto comenzaría a actuar. Fue precisamente en uno de estos locales donde la escuchó cantar John Hammond que, impresionado, consiguió que pasase a formar parte de una banda dirigida por el gran clarinetista Benny Goodman, con quien debutó a finales de 1933.

Tras establecerse en Harlem, Billie Holiday se convirtió en una asidua en los locales de jazz del barrio negro neoyorkino. Allí cantó en el teatro Apollo en una actuación que despertó la admiración de la crítica junto al pianista Bobby Henderson, que más tarde se convertiría en su amante. Este éxito le abrió las puertas de los clubes de la la calle 52 y Manhattan, y marcó el principio del unánime reconocimiento de su talento. Un talento que la llevaría a actuar junto a algunos de los más importantes jazzmen de la época como Lester Young, Count Basie o Artie Shaw.

Su atormentada y marginal existencia la llevó a consumir marihuana desde los doce años. Aquella fue la puerta por la que se introdujo en otras muchas adicciones, entre ellas el alcohol y la heroína, que finalmente acabaría con su vida. Sus biógrafos no se ponen de acuerdo sobre cuando comenzó su adicción a las drogas duras, pero todo parece apuntar a que habría sido su compañero, el saxofonista Lester Young, quien le iniciase en estos hábitos.

Su desordenada vida afectó también a su voz, que con los años fue cobrando una dureza que, lejos de estropearla, consiguió aportar aún mayores matices a los irrepetibles interpretaciones que la convirtieron en reconocida artista de referencia para muchas de las que vendrían tras ella como Janis Joplin o Nina Simone.

70 centavos en el banco

En 1941 se casó con el trompetista Jimmy Monroe, pero durante su matrimonio también mantuvo relaciones con el también trompetista Joe Guy. En 1947 se divorció de Monroe abandonó a Guy y mantuvo una relación sentimental con Lester Young. En 1952 se volvió a casar con el violento mafioso Louis Mckay que, sin embargo intentó sacarla del pozo de la droga, aunque nunca lo consiguió.

Arrestada por consumo de heroína conoció durante varios meses lo que es la dureza de la cárcel , algo que además le acarreó la suspensión de su tarjeta de trabajo durante los últimos doce años de su vida. La mejor cantante de jazz de todos los tiempos murió el 17 de julio de 1959, con tan sólo 70 centavos en su cuenta del banco y poco más de 700 dólares en efectivo.

Falleció de cirrosis, a los 44 años, mientras la policía esperaba a las puertas del hospital en el que expiró para detenerla por posesión de narcóticos en el caso de que hubiese sido dada de alta. Sus restos descansan en el cementerio Saint Raymond en el neoyorkino barrio del Bronx y cada 17 de julio, su tumba recibe las flores de quienes nunca podrán olvidar a la irrepetible Lady Day.

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