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Cantantes en 'vuelo rasante'

  • La moda de lanzarse al público desde el escenario le ha costado a numerosos artistas salir 'lesionados' del concierto

¿Qué pasaría si King África, en pleno delirio, se lanzara desde el escenario sobre el público con sus más de 100 kilos de humanidad? La historia de los conciertos, desde que se puso de moda el 'salto del ángel' sin agua entre los cantantes, tiene muchas caídas dignas de 'vídeos de primera'. La última página la escribió -y la sufrió- el líder de Lagartija Nick, Antonio Arias, durante un concierto el pasado sábado en el Festival Caballeros de Ciudad Real. Decidió, pasadas las cuatro de la mañana, lanzarse sobre el público, pero midió mal el impulso y acabó sobre una valla y con un traumatismo torácico y neumotórax. Afortunadamente, el músico granadino se recupera con normalidad aunque aún tendrá que permanecer unos días en el hospital.

Pero los 'batacazos' musicales tienen en Granada una larga tradición. Los émulos de Greg Luganis -el mejor saltador de trampolín de la historia- son abundantes. El más 'sonado' fue Enrique Bunbury, líder de Héroes del Silencio, durante un concierto con motivo de las Fiestas de Motril. En un momento de la actuación, tomó carrerilla y se lanzó sobre el público convencido de que este lo sostendría con sus manos. Pero debían ser espectadores poco rockeros o con pocas ganas de 'deslomarse', porque lo cierto es que, de repente, se hizo un vacío y Bunbury acabó con sus huesos en el suelo. Circula una leyenda urbana: Bunbury se fue de Motril jurando que nunca volvería a cantar allí.

A comienzos de los ochenta, en Guadix, el líder de Magic, Juan Manuel Leyva, vio como el escenario se hundía a sus pies tras un 'saltito'. Y el mundo también se le debió hundir del bochorno. Quedó atrapado entre las tablas de cuerpo para abajo. Pero es una anécdota que Leyva suele contar con mucho sentido del humor.

También Hilario Camacho tuvo un 'mal momento' en el Auditorio Manuel de Falla en 1985. Intentaba zafarse de la imagen de 'cansautor' y se transformó en rockero. Eso sí, algo lánguido. Apareció en el escenario vestido de cuero gris y, micro en mano, se acercó al público. Acostumbrado a cantar sobre un taburete sin más, apoyó el pie en uno de los monitores como un cantante moderno y acabó besando el suelo con gran estruendo. De hecho, al poco volvió a la seguridad del taburete y sin quitarse el sambenito de cantante 'tristón'.

Incluso Mecano tuvo un 'accidente doméstico' antes de una actuación en Chauchina en 1983. Antes del concierto, el periodista Paco Espínola entrevistaba a Nacho Cano en los camerinos construidos ex profeso para la ocasión. Cano, ya convertido en divo recalcitrante y alumno de karate, golpeaba la pared del camerino hasta que 'topó' con una viga de hierro. Al poco apareció en el escenario pero con la mano vendada. Algunos pudieron pensar que se trataba de una excentricidad más, pero lo cierto es que Nacho Cano tenía los nudillos totalmente destrozados.

Todo lo contrario que el cantante mexicano Juan Gabriel, autor de buena parte de los éxitos de Isabel Pantoja y un semidios en su país. Fue en una actuación en Houston, cuando se lanzó a un baile frenético, se enredó, y desapareció en caída libre del escenario. Tal fue el golpe que tuvieron que llevarlo al hospital en camilla y con collarín. Y ya es uno de los grandes éxitos en Youtube con cerca de 80.000 internautas que se han echado unas risas a costa de los huesos del mexicano.

Incluso las caderas más codiciadas del momento, las de Shakira, fallaron en Nueva York en el inicio de su última gira mundial. La diva se 'trastabilló' y acabó con su melena rubia por los suelos. Y como cualquier hijo de vecino, disimuló todo lo que pudo y continuó cantando desde el suelo.

En resumen, el vuelo sin motor es otra de las disciplinas que debe manejar un cantante. Y sobre todo, no faltar a la clase donde se enseña a aterrizar. Un aviso a los imitadores de Jim Morrison y Peter Gabriel.

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