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Cantarero conquista la Alhambra

  • La soprano granadina seduce al público con un cuidado repertorio de óperas de Donizetti, Verdi, Bellini y Rossini

Éste era posiblemente uno de los conciertos que más ilusión podrían haberle hecho en su carrera artística a la soprano granadina Mariola Cantarero. Por eso anoche llegó, cantó y disfrutó. Pero no sólo eso: hizo disfrutar de lo lindo al público que acudió al Palacio de Carlos V para escucharla cantar, acompañada por el coro y la Orquesta Ciudad de Granada, bajo la dirección de David Parry, algunas de las mejores piezas del bel canto. Cantarero triunfó en su tierra como pocos. Y demostró que no está en la programación del certamen por casualidad.

La noche se presentaba calurosa y no por la temperatura del ambiente. Cuando las entradas para el concierto de Cantarero y la OCG se pusieron a la venta, literalmente volaron. La soprano se sentía arropada por un público que ha venido siguiendo su carrera en los últimos años y que conoce todos sus triunfos en el extranjero. Por eso no defraudó a nadie. Convenció con poderío y experimentó el placer de tocar en la Alhambra, un sueño para cualquier músico o compositor granadino: estar presente en el festival.

La noche no pudo tener mejor arranque. La OCG se lanzó de entrada con la famosa obertura de Guillermo Tell, de Gioacchino Rossini, y dejó, como los buenos toreros, al toro debajo del picador. La entrada de la Cantarero con Ah, no potrían resistire, de la ópera Le nozze di Teti e Peleo puso las cosas en su sitio: la soprano es especial. Posee un exquisito control de la voz y pone toda en alma en cada nota que sale de su garganta. A partir de ese momento, todo sería un recital de maestría, de virtuosismo, de excelencia, con el apoyo constante de la OCG, sometida de un modo casi placentero a la voz de la soprano.

Granada se mostró presente con dos piezas de Chapí y Donizetti. Después, tras fragmentos de L'Arlesienne, de George Bizet, Mariola Cantarero finalizó una genial primera parte con Ah, non credea miarti... Ah, non giunge, de la ópera La sonnambula, de Vincenzo Bellini. Largos aplausos.

La segunda parte fue otra exhibición de buen cantar. Cantarero había elegido un programa difícil, complejo y exquisito. Después de una de las piezas de I puritani, también de Bellini, la orquesta se arrancó con la obertura de Die Hebriden para dar paso a otro de los grandes momentos de la noche: la presencia del tenor Pablo Martín Reyes se subió como invitado para cantar un número de Lucia de Lammemoor de Donizetti y, tras la obertura de La traviata, de Verdi, llegar a la apoteosis con Mariola Cantarero en E strano! Ah! For'sè lui... sempre libera, también de la traviata. Fue una noche apoteósica para Mariola Cantarero y la música granadina.

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