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Qué fue de Canterbury

Mediados los 70 el rock era tiranizado por esa corriente llamada rock progresivo, que parecía ser la única digna de crédito y respetabilidad. Algunos de los grupos que conformaban el movimiento devinieron en dinosaurios, en máquinas de llenar estadios y vender discos, pero hubo otros muchos que arrasados por el huracán del punk se sumergieron en una especie de limbo para grupos de culto. Así les ocurrió a casi todos los que formaron parte de ese fenómeno conocido como Canterbury Sound, una microescena sorprendente que trascendió el pequeño ámbito de una localidad de apenas 40.000 habitantes situada en el condado de Kent. De aquella efervescente escena surgieron grupos míticos como Caravan o Soft Machine. Sin embargo el más osado de todos seguramente fue Henry Cow, uno de los primeros que coqueteó con el concepto de la improvisación sin partir de una base jazzística sino rockista. El proyecto feneció cuando los 70 languidecían y fue entonces cuando Fred Frith, una de sus cabezas pensantes decidió trasladarse a los Estados Unidos e iniciar allí una carrera en solitario que lo ha hecho colaborar con la plana mayor del experimentalismo norteamericano y, por extensión, mundial. En los últimos treinta años la simple enumeración del sinfín de aventuras musicales que ha liderado ocuparían más espacio del que disponemos. Compositor de música para películas, espectáculos de danza o de teatro, el multiinstrumentista Frith imparte actualmente clases de composición en Mills College de Oakland en California. Todo un logro para un músico comprometido con la expresión libre y sin concesiones que fue pionero en el uso del estudio de grabación como elemento compositivo. El último de sus proyectos, el llamado Cosa Brava Quartet, que tuvimos ocasión de contemplar el martes en el Teatro Alhambra como parte de las XIX Jornadas de Música Contemporánea, constituye todo un atrevimiento. Junto a otros tres prestigiosos músicos, cuya más conocida referencia seguramente sea su participación en Tin Hat Trio, se dispuso a improvisar sobre una idea que existía antes incluso de que los participantes se juntaran a tocar. El origen folk de su autor se dejaba entrever cuanto más se acercaba, es un decir, al formato de canción. En cualquier caso sería folk deconstruído no desde la gravedad sino más bien desde el sentido del humor. Tomen como ejemplo la presentación de uno de sus temas. Con tono solemne dijo Frith: "Esta es una pieza que explora las ramificaciones de… (pausa valorativa) …de algo que ya olvidé". Y a continuación interpretaron una obra de 5 segundos. Ya ven que el experimentalismo no tiene por qué estar reñido con la diversión.

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