Música hoy

Un Canto honesto

¿Crisis? ¿Qué crisis? Los integrantes de El Canto del Loco demostraron ayer que, cuando se hace un buen pop-rock sin ambages y sin más pretensión que la buena sinceridad, un sonido espectacular y un espectacular montaje escénico, el público responde a los conciertos, la gente canta las canciones y miles de personas disfrutan como locas ante los movimientos escénicos del líder del grupo, Dani Martín. Perfectos y en su punto. Así estuvo El Canto del Loco anoche en la Plaza de Toros de Granada. Decididos a machacar al público a base de buen pop-rock. Llegaron, sorprendieron y disfrutaron.

Más de 10.000 personas llenaron la Plaza de Toros, en cuyos alrededores se había concentrado el público desde por la mañana. En su mayoría, fans adolescentes con camisetas del grupo y de quienes fueron sus hermanos mayores, los Hombres G. Público, además, muy variopinto, de actitud sana y ganas de buena diversión. Hacía tiempo que la Plaza de Toros no ofrecía ese aspecto.

El Canto del Loco llegó a Granada sin su batería de tantos años, Jandro Velázquez, que anunció que abandonaba la banda hace apenas unos días, en plena gira, porque quería dedicarse por entero a su familia y al bebé que está esperando. La salida del batería parece no haber afectado para nada al grupo, que reemplazó a Velázquez con el ex batería de Amaral, Carlos Gamón. El nuevo músico se traía muy bien aprendido el nuevo repertorio. No hubo ningún problema con él.

El espectáculo resultó increíble. A cinco minutos del inicio, una enorme jaula circular descendió sobre el escenario con un rótulo en el que se marcaba el tiempo que faltaba para la salida del grupo. De pronto se apagaron todas las luces de la plaza y sobre la jaula se proyectaron imágenes del nacimiento de un niño. Fue en ese momento cuando el grupo, tras las rejas, apareció en el escenario. La banda abrió el concierto con el tema que da nombre a su último álbum, Personas, un álbum, por cierto, lleno de madurez en el que el grupo se plantea una actitud positiva y realista ante la vida, en la que rechaza los mitos de la adolescencia, la autocomplacencia y el victimismo. Tal vez sea esa la razón por la que los miembros aparecen desnudos en la portada, limpios de todo disfraz. Como su directo.

El arranque fue recibido con entusiasmo por un público que ya estaba entregado de antemano, que se sabe al dedillo las canciones del nuevo trabajo y que sólo estaba allí para disfrutar, bailar, corear los temas y completar los estribillos. Luego comenzaron a sonar canciones como Insoportable, Miedo a vivir, Nada volverá a ser como antes, Zapatillas...

La jaula subía y bajaba convirtiéndose en la plataforma que sustentaba las luces y dando continuos juegos de imágenes sobre una gigantesca pantalla de vídeo. Con esa maquinaria era fácil hipnotizar al público y fue ahí cuando el público decidió entrar por completo a las continuas incitaciones de Dani Martín a Granada y a que los asistentes bailasen y cantasen con él. Martín sabe moverse bien por un escenario. Torero en una plaza, el cantante supo parar, templar y mandar a una audiencia brava, con casta y con pasión. Porque lo que hubo fue eso: mucha pasión por parte de los fans hacia una formación que está en lo más alto del pop-rock español y que sabe moverse como pez en el agua en los conciertos en directo.

Durante las casi dos horas que duró la actuación, El Canto del Loco fue desgranando los temas de sus discos A contracorriente o Zapatillas sin dejar de intercalarlos con los nuevos temas de Personas. Fueron rotundos en la interpretación, impecables en el sonido y con una enorme potencia. Así fue llenándose la noche de entusiasmo, de camaradería entre los fans, de pasión. El Canto del Loco toreaba en plaza amiga. Lo sabía y vino a conquistarle a Granada el corazón. Lo consiguió.

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