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"Comparado con lo que está de moda soy un genio"

  • El reciente Premio Nacional de Poesía inaugura la cita con las letras con un discurso en el que invita a leer y a no dejarse llevar por los tópicos

Si los organizadores de la XXII Feria del Libro buscaban un pregonero que ensalzara los tópicos de la Granada árabe como modelo de convivencia de las tres culturas se dieron de bruces ayer con el discurso de Antonio Carvajal, que en su pregón no dudó desmontar el leit-motiv de la feria de 2013, el Milenio del Reino de Granada. "No sé qué vamos a celebrar los descendientes de los señores que destruyeron aquellos reinos", defendió el reciente Premio Nacional de Poesía por Un girasol flotante en el acto celebrado en el kiosko del Paseo de la Bomba.

-El pregón es muy combativo, no se arredra por la presencia de autoridades...

-He escrito dos pregones, por un lado está el de la Feria de Motril, en el que recomiendo que se consulten todos diccionarios que se puedan porque es una aventura inagotable por lo mucho que provocan de curiosidad. También elogio la labor de los libreros, que son unos auténticos héroes. No conozco a ningún librero que pueda, como el dueño de algún bar, comprarse un chalet al año de abrir al negocio.

-Más bien tiene que hipotecar el chalet al año de abrir el negocio.

-Es así. El librero tiene vocación de mártir en muchas ocasiones. En cuanto a la pregunta anterior le diré que voy a hablar de esa cosa del Milenio que se han inventado. Digo una cosa que a lo mejor irrita, pero no sé qué vamos a celebrar los descendientes de los señores que destruyeron aquellos reinos. Somos los descendientes de los conquistadores, incluso un señor que se apellida Medina que está por ahí es también el hijo de un conquistador reconvertido. Me gustaría celebrar el Milenio con la inauguración del AVE, la apertura definitiva de la A-7, dar trabajo en lo que debe darse, empezando por limpiar los montes, que ya urge, no tengamos este verano que lamentarnos por las lluvias generosas que hemos tenido. Hay muchas cosas para hacer y medios para hacerlas, lo que pasa es que no les da la gana.

-¿Ha valorado que en primera fila se le puede quedar a alguien cara de póker?

-Qué le voy a hacer, las instituciones suelen durar más que las personas que las administran, sólo señalo nuestros males endémicos desde la Guerra de Sucesión de 1714, cuando la aristocracia granadina apoya la candidatura del archiduque Carlos de Austria, que fue derrotada por los Borbones. Desde entonces, la ciudad ha ido progresivamente perdiendo representación y dinero porque, y hablo de la dinastía entera, las inversiones de los Borbones en Granada son mínimas. Uno tiene la sensación de que la granada del escudo de España actual, puesta abajo en un triángulo muy bonito, es un sarcasmo.

-¿Intenta describir la realidad desde un punto de vista histórico sin dejarse influenciar por las efímeras noticias del telediario?

-No sé, le doy un dato muy simple que he aprendido en los libros. Yo soy de Albolote y he leído en la Darío Quesada que en la famosa guerra de los moriscos en tiempos de Felipe II fueron todos expulsados de Albolote, no quedó ninguno. ¿De quién desciendo yo? Eso ya lo planteé con motivo de la Guerra de Yugoslavia en el libro Alma región luciente, que por cierto estuvo seleccionado para el Premio Nacional de Poesía que al final le dieron a mi prologuista, Antonio Muñoz Rojas, todo un orgullo porque qué demonios… En Reflexiones de un español perplejo me planteo que los españoles no sabemos qué tenemos de moriscos, de cristianos o de judíos, pero españoles somos todos como bien se encarga de decir Diego Hurtado de Mendoza, que plantea la Guerra de Granada como una guerra civil.

-Al final, tanto el tema de la Toma de Granada como el Milenio parece que son primos hermanos…

-La polémica del día de la Toma tiene que ver con esos furores neomoriscos que nos dan de vez en cuando pero sin ninguna base cultural ni lingüística, sólo se supone que los moriscos eran más listos y vivían mejor que nosotros. Yo no sé si una sociedad esclavista de la Edad Media es deseable en la actualidad, pero en fin.

-Respecto a su reciente Premio Nacional de Poesía, ¿es más gratificante que un galardón a toda una carrera porque significa que está en activo y que está vivo literariamente hablando?

-No hay rangos de premios, lo que no entiendo es que un señor que tiene un premio mayor sea premiado después con otro menor. Le pongo el ejemplo del señor Cela, que no me gusta para nada porque me repugna moralmente. Si es premio Nobel, el máximo que existe, no debe recibir el Cervantes, y si tiene este no debe recibir el de las Letras Españolas. El Premio Nacional es a la producción viva y quien recibe el Nobel o el Príncipe de Asturias, normalmente, tiene ya poco que decir. Luego hay cosas como el Premio Góngora de la Junta de Andalucía, que en muchas ocasiones ha obedecido a intereses mezquinos y que se presenta de tapadillo porque parece que la propia Junta se avergüenza de este premio. Son las peculiaridades andaluzas

-El pregón insiste en la necesidad de leer, ¿aunque sea la etiqueta del champú?

-Cervantes decía que no hay libro, por malo que sea, del que no se saque una enseñanza provechosa. La enseñanza del libro malo es que no puedes perder el tiempo con ellos, hay que dejarlos enseguida. Leer multiplica las posibilidades vitales del buen lector. Una cosa importante del pregón es lo que no digo porque no quiero parecer oportunista y hablar de toda esa generación de nuevos poetas que está surgiendo, teniendo en cuenta que yo llamo jóvenes poetas a todos los que tienen menos de 50 años. Hablo de Juan Carlos Friebe, José Cabrera, Juan José Castro y García Aguilera, que demuestran que cuando parece que está todo hecho en poesía aparece gente que da un paso en la inventiva.

-¿La mala literatura también es hija de dios?

-El demonio también produce mucho, los genios pueden ir por camino del bien o por camino del mal. Pero hay una cosa peor que Cervantes llamaba la 'poetambre', que no son hijos ni de sus padres.

-¿El Premio Nacional ha venido a perturbar su ansiada tranquilidad después de jubilarse?

-Yo siempre he aspirado a una vida tranquila y sin ambición, dedicarme a leer y escribir, ir a exposiciones y conciertos… Yo estoy muy agradecido y cómo me voy a negar a acudir a los actos cuando la gente es tan generosa. Pero el agradecimiento colisiona con mi pereza, aunque ya he conseguido una cosa, que es no levantarme ningún día antes de las diez de la mañana. Desde los nueve años me he levantado a las siete y toda mi vida he suspirado por levantarme a las diez.

-¿Ha asumido que ya será para siempre el poeta de 'Tigres en el jardín?

-Claro, y me llena de orgullo. Tengo que contenerme para no envanecerme porque, como decía Aleixandre, la vanidad es siempre pesada pero montada en el vacío es insoportable.

-¿Está más centrado en la nueva poesía que en volver a los clásicos como Borges, que se despidió antes de morir de los libros que no iba a poder releer?

-No, el día da para leer a un joven y volver a nuestros mayores. Precisamente estoy escribiendo un nuevo diálogo con formas métricas abandonadas hace siglos que se han dejado por artificiosas o por su dificultad. Me gusta estar en el otro lado, organizar cosas, me gustaba dirigir la Cátedra García Lorca o llevar para adelante la colección Genil en la que, por cierto, acabamos de sacar a un poeta granadino sorprendente que ha estado ignorado hasta ahora. Se llama José Antonio García Aguilera, un hombre ya mayor que publicó cuando era estudiante pero lo dejó, siguió escribiendo y es uno de esos descubrimientos que te dejan sorprendido por la hondura, por la belleza de los poemas y por la verdad que encierran, porque no son versos escritos para hacer una crónica del presente de telebasura, que es la poesía que más éxito tiene

-¿Qué le parece la penúltima polémica poética de la ciudad en torno al Premio Alhambra?

-Entiendo que un poeta no puede gustar a todo el mundo porque opta por una forma de expresarse que otros detestan, no hay nada peor que gustarle a todo el mundo. Cuando adquieres una voz personal ya sabes que hay gente que te va a rechazar, pero hay unos valores objetivos, unos valores morales, intelectuales… Los poetas no son grandes por el aplauso contemporáneo, son grandes cuando son comparados con la tradición cultural de la poesía. Dependiendo de dónde pongamos el escalón seremos más grandes o más chicos. Si pones el escalón en las novelas de Marcial Lafuente pues claro, aunque algunos no lo superan, pero si pones el escalón en Benito Pérez Galdós… Amigo, cuantos escritores se te caen. No quiero ofender, pero si el nivel lo pones en el último premio Cervantes -José Manuel Caballero Bonald-... Pero si lo pones en Lorca o Guillén, que dios me perdone pero el último Cervantes no llega ni para plantilla de las zapatillas de Lorca.

-¿Hay algún premio Lorca que tampoco serviría para suela del zapato?

-Alguno hay porque esa es otra, cuando se da un premio con un nombre determinado, como Lorca, hay que tener unos criterios de dignidad y respeto al autor que da nombre al premio. A veces hay descubrimientos que deslumbran y si estas conduciendo te caes por un barranco y si estás en un jurado le das el premio a quien no debes. Pero quiero dejar claro que no hablo de tejemanejes. Aleixandre decía que había que tener cuidado con la internacional de los mediocres, discutir con ellos es darle una importancia que no tienen y, como decía Ovidio, si nombras a un necio y pasas a la historia eternizas el nombre del necio contigo. ¿Para qué dar nombres? Yo no me considero por encima del bien y del mal, pero cuando hablan de mi dominio de la métrica siempre digo que no es nada especial, simplemente no soy de los vagos de renglón cortado sin ton ni son. Si me comparo con Lorca o Cernuda me falta muchísimo, pero comparado con lo que está de moda soy un genio.

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