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Cristino Pérez, catedrático y personaje de Almudena Grandes

  • La escritora novela la infancia del profesor de Psicología de la UGR en su libro sobre la Guerra Civil.

El catedrático de Psicología Cristino Pérez vive estos días en la esquizofrenia. El niño que fue es el protagonista de la nueva novela de Almudena Grandes El lector de Julio Verne. Y cuando habla de los avatares de Nino, el niño de un guardia civil a finales de los años 40, lo hace en primera persona ya sean hechos reales o estén sacados directamente de la imaginación de la escritora madrileña. En un pasaje de la novela, en el cuartelillo de la Benemérita en Fuensanta de Martos, se escuchan los gritos desgarrados de un detenido al que intentan hacer cantar. Y Nino, de apenas 9 años, intenta consolar a su hermana enmascarando los sonidos que llegan de la sala de interrogatorios: "Por el mar corren las liebres, por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas...", le canta a su hermana. Y lo tararea también ahora en su despacho de la Facultad de Psicología, emocionado, recordando un pasaje que nunca ocurrió en su infancia, al menos no hasta que entró a saco en ella Almudena Grandes. "Yo no llegué a acallar a mi hermana Pepa  cantando pero sí notaba la angustia de mi madre cuando tomaba conciencia de que le estaban pegando a alguien".

Amigos desde hace años, en un viaje a Marruecos salió a relucir la historia de Cencerro, un célebre maqui de la zona que para  niños como Nino era una especie de Guerrero del Antifaz. Y Almudena Grandes tomó nota mental. "De hecho, en una ocasión me llegó a decir que no contara cosas porque luego ella las pone en las novelas", explica el catedrático sobre la gestación de El lector de Julio Verne, "un libro que escribió antes que el anterior Inés y la alegría", desvela Cristino, quien en 2009 ya tenía en las manos una novela que iba a entrar como un huracán en sus recuerdos para desdibujar los límites de la realidad y la ficción. "Almudena escribe con mayúsculas, yo le cuento una historia como muchas pero ella le da una entidad literaria a unos recuerdos comunes", comenta. "La diferencia entre las historias personales y la literatura es que esta da un salto ideológico, permite generar conciencia y actitudes".

Pero, ¿sabe ahora distinguir al niño que fue en realidad y al que es en la ficción? "Es muy difícil", contesta con un gesto de verdadera zozobra. "Estoy en una esquizofrenia entre los dos personajes porque la memoria humana no es como la de un ordenador, que la puedes sacar en cualquier momento tal y como la introdujiste, la memoria es selectiva, borra otras cosas y además es creativa".

Físicamente sí son un calco el personaje y el niño con pantalones cortos. "Era muy bajito y cabezoncete", se retrata sin piedad. "Mi padre tenía pensado que fuera guardia civil por las facilidades de acceso que tenía, pero había que tener una estatura sin la cual  no podías ingresar en el cuerpo por muy hijo de teniente que fueras". Parecía que Nino no iba a dar la talla, por lo que su padre pensó que había que buscar una alternativa y le puso a aprender a escribir a máquina. Hasta este momento, realidad y ficción siguen el mismo camino. Pero justo aquí se bifurca. "Esto lo usa de manera genial Almudena, porque yo me puse a escribir con un administrativo de una cooperativa, pero ella pega un salto y escribe que mi padre descubre que  las personas más preparadas de la época son los maestros de la República, así que me mete a escribir a máquina con la hija solterona de un teniente de la guardia civil para llevarme después a aprender con los comunistas, con doña Elena, que es maestra". En la vida real, Cristino Pérez aprendió con un gris funcionario pero, ¿cómo fue el contacto con los represaliados y con el bandolero Cencerro, el otro gran protagonista de la obra? "Cencerro era para nosotros un ser legendario, audaz, una especie de El Zorro". ¿Aún siendo hijo de guardia civil? "Cuando ocurría cualquier historia  salía enseguida lo que hoy se diría una leyenda urbana, que a los niños nos fascinaba". Por ejemplo, una mañana le contaron que Cencerro había estado en un café muy frecuentado en el centro de Jaén y que antes de irse dejó debajo del plato una notita que decía: "Así paga Cencerro". Al lado, un billete de cien pesetas, que podrían ser como 100 euros de ahora. "Son cosas que se contaban y que para nosotros eran verdades como puños porque un niño no sabía distinguir que esa gente eran enemigos de su padre, pero Almudena sí escribe en el libro que yo tomo conciencia en un momento determinado de que yo estoy con los enemigos de mi padre".

Pero, fuera de la vida que late en El lector de Julio Verne, Cristino Pérez es un rojo por generación espontánea.  "Sí", afirma el catedrático sin sentirse molesto por la definición. "Es como una cosa que estaba ahí dentro porque yo no tuve contacto con otras realidades, no sabía qué era un sindicato ni nada de eso, pero intuitivamente siempre estuve en contra de lo establecido, no participaba en desfiles, no iba a misa con la frecuencia debida...", reflexiona sobre una vida que sí le pertenece al cien por cien. "Podría hacer críticas puntuales a la Guardia Civil, que tiene sus virtudes como funcionarios públicos, pero también sé las arbitrariedades que cometían como representantes del poder establecido en aquellos momentos". Y en la historia de buenos y malos de la Guerra Civil, ¿cómo trata la escritora a su padre, en el bando de los malísimos en un cuerpo fiel al Generalísimo? ¿Lo humaniza? "Pues no lo hace del todo", responde Cristino sin asomo de reproche aunque confiesa que Almudena Grandes le consultó a la hora de novelar a su padre. Y aunque en El lector de Julio Verne aparece como un niño con una cultura sospechosa para los tiempos que corrían, lo cierto es que Cristino no había leído "absolutamente nada" con 9 años. "Hasta tal punto que cuando nos mudamos a Jaén  sacaba libros de una biblioteca y tenía que leerlos a escondidas porque para mi padre leer un libro era perder el tiempo, ¿qué era eso de leer novelas?". Un retrato personal y de una época.

Lo curioso es que Almudena Grandes no visitó su  pueblo hasta después de escribir la novela, se bastó con las descripciones que le daba su amigo catedrático de Psicología Social y personaje de su novela.  Sí se documentó sobre los motes de la zona con la ayuda de amigos como Joaquín Sabina, que es de Úbeda.

En la presentación de hace dos semanas, los descendientes de Cencerro y el hijo del guardia civil se fundieron en un íntimo abrazo. Y eso que, en la novela, cuando matan a uno de los guerrilleros y Nino aparece a dar su clase,  le pegan diciéndole que su padre es un asesino. "Pero incluso en ese momento de tensión Elena, mi maestra, se solidariza conmigo", termina Cristino Pérez con emoción infinita, con la nostalgia  de añorar lo que nunca jamás sucedió. ¿O sí?

"En mi pueblo, en invierno, nos moríamos de frío"

"La gente dice que en Andalucía siempre hace buen tiempo, pero en mi pueblo, en invierno, nos moríamos de frío. Antes que la nieve, y a traición, llegaba el hielo. Cuando los días todavía eran largos, cuando el sol del mediodía aún calentaba y bajábamos al río a jugar por las tardes, el aire se afilaba de pronto y se volvía más limpio, y luego viento, un viento tan cruel y delicado como si estuviera hecho de cristal, sin levantar el polvo de las calles". Es el comienzo de 'El lector de Julio Verne' y de la infancia recién descubierta por  Cristino Pérez, el niño en el que descansan los brazos del profesor en la fotografía de arriba. En otra de las fotos familiares aparece con su padre, que viste el uniforme de la Guardia Civil. Curiosamente, Cristino Pérez es alérgico a las formalidades y, cuando se le llama "catedrático", se revuelve incómodo en el sillón, como si se estuviera hablando de otra persona.

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