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Cuerpos que imploran la eternidad

  • La Compañía Nacional de Danza brilla en el Generalife con 'O Domina Nostra', Gnawa y 'de paso' ballets que presenta por primera vez en Granada

CUENTA Nacho Duato que, ahora que su danza ha evolucionado hacia paisajes más oscuros, hacia mundos más teatrales, la aventura de encontrar un ballet que tenga su razón de ser en un escenario al aire libre como el de los Jardines del Generalife se vuelve cada vez más complicada. Es entonces cuando se hace imprescindible detenerse a escuchar lo que sale del interior, hurgar en lo más profundo y sentir al límite lo que une y separa a los seres humanos de lo divino y lo espiritual.

De ese sentimiento vio la luz hace justo un año O Domina Nostra, la primera de las tres coreografías que anoche puso en escena la Compañía Nacional de Danza. Una música inspiradora y, como letanía que sigue constante el ritmo, una oración en la voz de la soprano Sarah Leonard. Una decena de hombres, uno de ellos, Jesucristo. Y en medio de todo, una mujer; demasiado divina para ser de este mundo y demasiado terrenal para llegar a tocar el cielo.

La música compuesta por Górecki para evocar a la Virgen Negra de Jasna Gora, un símbolo de veneración en Polonia, fue el motor para que Duato -a punto de cumplir 20 años al frente de la Compañía Nacional de Danza- construyera la Virgen que él quería: humana, de raza, zalamera, fuerte cuando se enfrenta a los hombres, frágil cuando entra en contacto con lo que está en el Más Allá y todo un volcán cuando salta al escenario.

Si para Nacho Duato, un no creyente convencido, era más que un reto acercarse a una figura religiosa; para los bailarines de la compañía debía ser casi como abalanzarse al alambre que separa en las alturas dos puntos extremos. La lucha incesante de unos cuerpos que dialogan, chocan, se enfrentan, se pelean, se seducen, se aman, se fusionan y hasta se transforman los unos con los otros.

El salto de lo místico a lo humano llegó con de paso, una propuesta del bailarín y coreógrafo albanés Gentian Doda que busca recrear a ráfagas los estados de ánimo de unos bailarines que acentúan ágiles sus presencias y sus ausencias al ritmo de un collage sonoro creado a partir de piezas de Nichols, Borodin, Fletwood Mac y Telemann. Personas anónimas que se encuentran en el espacio en un momento cualquiera. Y allí, el caos. La locura del estar con el otro, el desorden de no saber el lugar que pertenece a cada uno y la libertad de quien reconoce que puede elegir el camino que se le antoje más atractivo sin miedo a lo que nadie le pueda decir.

Se trataba de la primera pieza creada por Doda para la misma compañía en la que lleva varios años bailando. Estrenada hace tan sólo unos meses en Madrid resultó fascinante por su atrevida y sobrecogedora puesta en escena.

Tras la incertidumbre de esa anárquica razón de ser, llega de nuevo el peso de aquello que está por encima y la necesidad de reafirmarse en todas las cosas que vinculan a un ser humano con sus raíces. Gnawa, una coreografía creada por Nacho Duato a petición de la Hubbard Street Dance de Chicago puso el misticismo al fin del espectáculo. La pieza, que debe su nombre a los descendientes de los esclavos negros que fueron llevados a los países del África occidental subsahariana, está relacionada directamente con el ritual dancístico que esos gnawa de Marruecos realizan con la intención de ponerse en contacta con la divinidad.

Pero los 22 minutos de la coreografía titulada Gnawa dan para mucho más. Retomando el estilo que creó para su Mediterrania, los bailarines de Duato se mecieron al ritmo de las inspiradoras obras de Juan Alberto Arteche y Javier Paxariño para recrear el paisaje y los sonidos marítimos que remiten a una y otra orilla del Mediterráneo.

Con el sabor a sal y los colores casi mágicos de la luz que baña el mar Mediterráneo, los bailarines se adentraron en su danza mística explorando lugares que son desconocidos para el hombre pero familiares para el espíritu.

Como un inmenso bloque donde todas las piezas se fusionan hasta encajar a la perfección, la Compañía Nacional de Danza dio cuenta anoche sobre el escenario de una solidez de conjunto apabullante que sólo debe buscar ya ser vista en los más grandes escenarios. Y al frente de ella, Nacho Duato deberá seguir siendo el patrón, el maestro, la batuta, las manos, y los pies de todos ellos.

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