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Derivas de un Arte cuestionado

  • La muestra introduce en ese circo artístico donde lo más fundamental, el artista y su obra , se reducen a mercancía

A Belén Mazuecos en la ciudad de Granada se la tiene muy cercana. Su trabajo por el Arte de la ciudad es infinito. Eso es bueno para todos y, quizás, menos bueno para ella misma. Es responsable del Área de Artes Visuales de la Universidad de Granada, lo que es lo mismo, es la que ha conseguido que todo lo relacionado con el Arte en la Universidad sea un hecho extraordinariamente positivo y lleno de entusiasmo. Además, ha sido la generadora de que lo artístico en la UGR tenga una infinita dimensión y borre el recuerdo de las esquivas circunstancias acontecidas en un pasado donde muy poco se hizo y lo poco fue bastante desafortunado. Su gestión es admirable y unánimemente considerada -sólo los miopes y los pobres de espíritu, que siempre los hay, podrán poner una mácula de duda en sus acciones-. Por todo ello, su trabajo, intachable, loable y esclarecedora, puede pasar un poco desapercibido; su carácter noble, discreto y poco dado a exuberancias no da lugar a estentóreas manifestaciones.

Los que observamos en la distancia lo que se realiza desde la Universidad granadina sabemos que Belén Mazuecos ha conseguido que lo artístico resplandezca en todo su esplendor y ha desarrollado unos esquemas llenos de seriedad, rigurosidad y entusiasmo. Lo podemos contemplar en lo que ocurre, sin solución de continuidad, en las salas del Hospital Real, en las del PTS y en las del Palacio de la Madraza, este último, antes, inmerso en unas simas poco edificantes. Pero Belén Mazuecos no sólo es la gestora brillante, la responsable de un trabajo absolutamente minucioso y edificante desde el Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Ella es una artista muy importante -lo afirmo porque así lo siento-, una pintora de carácter, poseída de un estatus creativo donde el concepto, firme, sabio, muy bien estructurado y conscientemente ordenado, posibilita unos planteamientos formales que la artista desarrolla muy adecuadamente y con acertados criterios plásticos.

Ahora llega hasta Jerez, a la emblemática Sala de Pescadería Vieja, centro neurálgico del paisaje expositivo de la ciudad gaditana, para mostrar su contundente trabajo pictórico en el que fondo y forma unifican sus postulados para presentar una obra que narra inquietantes planteamientos de un arte con muchas posiciones cuestionables.

La exposición en la sala jerezana presenta obras de un proyecto, Genius Loci. Apuntes para una etnografía del mundo del arte, que nos hace transitar por espacios metafóricos en los que lo artístico plantea sus múltiples circunstancias. Las obras de Belén Mazuecos parten de lo que el historiador Juan Antonio Ramírez llamaba el ecosistema del arte; es decir, la supervivencia de unas acciones artísticas, incluso de lo que unos autores puedan llevar a cabo, está supeditado a lo que otros realicen. Las circunstancias del arte son tan determinantes, sus intervenciones son tan fundamentales, que el artista y su obra subsisten, se hacen realidad, llegan a considerarse porque una serie de factores intervienen para que ello sea posible. Dicho de otro modo, la creación artística está en manos de agentes extraartísticos que imponen su ley casi depredadora. Belén Mazuecos realiza una sabia metáfora de estos planteamientos. Recrea, con un moderado pero poderoso y solvente lujo de detalles pictóricos, un paisaje, el artístico, donde se desarrolla la creación. En él actúan todos los factores que intervienen en su desarrollo, son los salvadores del arte, los genios protectores de los artistas que asumen, además, un papel más definitivo, el mover los hilos que ellos quieran para que el sistema funcione. A estos valedores de lo artístico Belén Mazuecos los ha travestido con disfraces de osos panda, aludiendo a como los cuidadores de estos animales actúan, vestidos como ellos, para proporcionarles una mayor tranquilidad. El desenlace de la metáfora es clara: el arte está manejado por espíritus malignos, manipuladores y embaucadores que, con trajes de feliz apariencia, imponen sus criterios interesados, una realidad que los artistas, en su indefensión y hasta inocencia, no dejan de acatar. En este paisaje creado por la artista granadina, los frágiles creadores son llevados de un lado para otro por estos cuidadores impostores que actúan en medio de un teatro que ofrece las infinitas circunstancias espurias que acontecen en lo artístico.

La exposición nos introduce en la más aplastante realidad del arte; ese circo artístico, espectáculo de vanidades, donde lo más fundamental, el artista y su obra, se ve reducido a pura mercancía -esas cajas de embalaje con "frágil contenido"- en manos de los manipuladores del arte -galeristas, curadores, directores de Centros de Arte, conservadores de museos y críticos estrellas- que relegan a los artistas a un simple objeto o, como dice la propia artista, a "categoría de producto-obra de arte".

La muestra, sabia experiencia creativa de principio a fin, como no podía ser menos, está llena de referencias a artistas fundamentales en el siglo XX - Pablo Ruiz Picasso, Joseph Beuys, Marcel Duchamp, Jeff Koons, Marcel Broodthaers, Maurizio Cattelan o Damien Hirst -, así como a algunos elementos de sus obras más significativas.

La exposición es importante, además de por la potencia plástica que desprende, por la fuerza del dibujo y por su claridad ilustrativa, por la dimensión conceptual que ofrece, ese verdadero cuestionamiento del mundo del Arte, de sus actuantes, de sus interesadas acciones y de una problemática difícil de solucionar por la propia dinámica existente.

Muy esclarecedora, valiente y de una sagaz sabiduría es esta exposición de Belén Mazuecos; artista grande cuya dimensión es infinitamente superior a lo que su cercanía ofrece.

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