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Descubriendo a un maestro de la fotografía

Ciencia-ficción/thriller, EEUU, 2014, 95 min. Dirección: William Eubank. Guión: William Eubank, Carlyle Eubank, David Frigerio. Fotografía: David Lanzenberg. Música: Nima Fakhrara. Intérpretes: Laurence Fishburne, Brenton Thwaites, Olivia Cooke, Beau Knapp, Lin Shaye, Robert Longstreet, Jeffrey Grover. Cines: Kinépolis.

Durante media hora es una película de intriga o de terror de y para adolescentes. Aunque parece demasiado bien dirigida y seria para tan modesto fin. Dos amigos y la novia de uno de ellos viajan a través de los Estados Unidos. Son estudiantes expertos en informática que, como un juego o una broma, intentan encontrar a un hacker que ha logrado introducirse en los supuestamente seguros sistemas del prestigioso MIT. El misterioso personaje parece poder penetrar todos los sistemas, entrar en sus ordenadores, espiarles en todas las etapas de su viaje. Cuando parecen haberlo encontrado en una desvencijada casa abandonada en medio de ninguna parte, en una secuencia eje de puro cine de terror, desaparecen. Volvemos a encontrarlos aislados en blancas instalaciones asépticas, tratados como contaminados por un virus peligroso por científicos que jamás se acercan a ellos sin aparatosos trajes de protección. ¿Qué ha pasado? Sin saberlo han seguido el rastro de la señal, la han encontrado y han entrado en contacto con ella. ¿Y qué es la señal? De eso trata el resto de esta inteligente película.

De ella destaca, antes que nada, la dirección fotográfica de David Lanzenberg, casi debutante en cine y con un futuro tan grande como su talento. Él crea las atmósferas opresivas, clínicas, asépticas, despiadadamente blancas que emparentan visualmente -pero también en otros aspectos- esta película con La amenaza de Andrómeda de Wise y su extraordinaria dirección fotográfica a cargo de Richard H. Kline (halagadora comparación para Lanzenberg, ya que Kline trabajó con Logan, Fleisher, Wise, Jewison, De Palma o Kasdan). La elección de Lanzenberg es el primer acierto del también casi debutante William Eubank; y demuestra que sabía muy bien el tono que quería dar a su película. Kubrick está también tras ella. Pero no son servidumbres, sólo palancas creativas.

Desgraciadamente el enorme talento desplegado en la fotografía y la rigurosa calidad de la dirección tienen un fallo de cimentación: la última parte del guión se mete en aventuras mucho menos serias de lo que el desarrollo y la lógica de la película exigían. El director tiene aquí gran parte de la culpa porque se trata de una propuesta personal controlada totalmente y coescrita por él. Lástima. Pero la hora que le antecede vale sobradamente la pena. Sobre todo, perdonen que insista, por la extraordinaria fotografía de David Lanzenberg.

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