Crítica de Cine

Di Caprio, Scrat, Sellers y otros seres indestructibles

el renacido

Drama/aventuras/western, Estados Unidos, 2015. 156 min. Dirección: Alejandro González Iñárritu. Guion: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Música: Carsten Nicolai, Ryûichi Sakamoto, Bryce Dessner. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson. Cines: Kinépolis, Serrallo Plaza, Alhsur, Cinema 2000.

El rodaje tuvo que ser un infierno para todo el equipo. Los paisajes, pese a que la enfatización del gran angular canse, son espectaculares. DiCaprio grita, llora, echa espumarajos por la boca, se arrastra, se sumerge en aguas congeladas, pone los ojos en blanco, soporta primerísimos planos deformados que rozan el ridículo en su efectismo. Muy meritorio. Nunca nadie se arrastró -literalmente- tanto para obtener un Oscar. Apabulla, ciertamente, El renacido. Pero con malas maneras. Porque se nota el esfuerzo por apabullar, el gusto por un más difícil todavía que se traduce en espectacularidad paisajística y sufrimiento de los actores, pero que no deja de parecer circense, vacuo, enfático. Nunca logra emocionar esta película, ni sobrecoger. Personalmente el protagonista de El renacido me ha recordado a una Scrat, la ardilla prehistórica de Ice Age, con aspiraciones de héroe de gran tragedia. A DiCaprio le pasa de todo: le atacan los indios, casi se lo come un oso, lo entierran vivo, lo abandonan medio muerto y desangrado en medio de una nada congelada, lo traicionan, le matan lo que más quiere y a los desgraciados que le ayudan, se muere de hambre, se sumerge una y otra vez en aguas heladas, se cae junto a su caballo por un precipicio... Y cada vez se levanta, logra sobrevivir. A ratos también me recordaba el inicio de El guateque, cuando Peter Sellers sigue tocando la trompeta mientras le acribillan.

He de confesar que me he reído. Sobre todo en el momento más Scrat o más Sellers, cuando DiCaprio se levanta tras caer junto a su caballo por el precipicio y utiliza como abrigo al desdichado animal -que, más razonable que él, se murió tras el castañazo- al modo napoleónico. Pero sobre todo me he aburrido viendo esta película supuestamente grandiosa, épica, realista, trágica y cruda, pero que a un servidor le ha dejado tan frío como DiCaprio emergiendo de las aguas congeladas envuelto en unas pieles chorreantes. Para colmo de males hay escenas de realismo mágico con nostalgia de mujer, hijo y hogar perdidos. ¡Cuánto daño ha hecho la manita de Russell Crowe pasando sobre el trigo!

Iñárritu, que no ha logrado filmar un segundo de verdad y emoción en toda su muy premiada filmografía, que con esta película -12 nominaciones al Oscar y tres Globos de Oro- puede culminar, ha querido ser Werner Herzog rodando en condiciones extremas para que el espectador sienta la verdad del sufrimiento, el frío que congela, el dolor de los flechazos y el sabor de las vísceras como Fizcarraldo y Aguirre sentían el calor, el dolor y los mosquitos. No lo logra. También ha querido ser Terrence Malick fundiendo personajes y naturaleza en una especie de panteísmo trágico, haciendo oír el roce de caya yerbita, el crujir de los troncos de los árboles, el fluir del agua o bramido del viento. Tampoco lo logra. Esto está a años luz de La delgada línea roja.

El renacido es groseramente naturalista, truculentamente realista, tramposamente efectista, cursi cuando quiere ser lírica o tierna (¡el pajarito saliendo del pecho de la india muerta, la escena de la capilla en ruinas!), pretenciosa cuando quiere ser profunda, ostentosa cuando quiere ser espectacular y un tanto Jackass de MTV en su regusto por un sufrimiento que desagrada, pero nunca conmueve. Extraordinaria la fotografía de Emmanuel Lubezki (que, mira por dónde, es el director de fotografía de la genial El árbol de la vida del Malick a quien Iñárritu copia), pese a lo mucho que la fuerza y deforma la pomposidad del director, y muy buena la banda sonora firmada por tres grandes músicos: Riuichi Sakamoto, Alvo Noto -músico experimental electrónico- y Bryce Dessner -compositor con obras escritas para el Kronos Quartet, guitarrista y miembro del grupo The National junto a su hermano Aaron Dessner-. Fotografía y música son lo mejor de la película.

DiCaprio está desmadrado en exceso, aunque se le agradecen sus sacrificios durante el rodaje. Me gustan más las interpretaciones de los más sobrios Tom Hardy (magnífico malo) y Domhnall Gleason (convincente bueno que intenta mantener la civilización y la caballerosidad allí donde y entre quienes es imposible). Muy bien también el joven Will Poulter como un desdichado sufriente que a veces recuerda al primer Russ Tamblyn. En cuanto a Iñárritu... El virrey de Hollywood va desnudo.

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