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¡Dios nos bendiga! ¡Nace con dientes!

De: W. Shakespeare. Compañía: Atalaya Teatro. Intérpretes: Jerónimo Arenal, Carmen Gallardo, Joaquín Galán, Lidia Mauduit, Silvia Garzón, Manuel Asensio, Raúl Vera, María Sanz, Nazario Díaz. Música: Luis Navarro y tema "Guernika" de M. Laboa. Escenografía: J. Galán y Vicente Palacios. Vestuario: Carmen Giles. Dirección y adaptación: Ricardo Iniesta. Teatro Isabel la Católica. Fecha: 15 de mayo de 2011.

Cuenta la leyenda que al nacer Ricardo la comadrona exclamó: "¡Dios nos bendiga! ¡Nace con dientes!". Lo incorpora a su parlamento ese maravilloso personaje shakesperiano, La Reina Margarita, refiriéndose a Ricardo como "¡Ese perro que tuvo dientes antes que ojos...!". Esta Reina de las maldiciones en el montaje de Atalaya asoma como uno de los momentos más brillantes de la pieza, entre títere expresionista y sórdida cantante cabaretera, subraya la ironía shakesperiana y el distanciamiento brechtiano, sirve una puesta en escena en la que los lenguajes espectaculares narran modulando con precisión la textualidad.

Algo que el montaje de Atalaya exhibe en momentos puntuales, desde un inicio espléndido y prometedor pero que no termina de mantener en pie durante la hora y media larga que dura la pieza.Una foto fija coral y muda, grotesca en la que se nos presenta un coro semicircular de personajes-marionetas de pequeños gestos estridentes cual corte real apoltronados en afilados tronos-sables, nos parece un inicio brillante que enmarca la pieza en una lectura distanciada, antinaturalista, en las antípodas del psicologicismo, narrativamente atmosférica y simbólica -no ilustrativa- y que sabe hacer con la ironía la principal clave que acerca el discurso al espectador.

Ahora bien, el problema es que el montaje no articula esa clave a lo largo de toda la pieza, y el montaje aquí y allá termina más pareciéndose a Atalaya, a su propio estilo, que a esta trama compleja y a ratos difícil de seguir.

Sucede cuando la declamación de los intérpretes se vuelve cantarina alargando el vocalismo o impostando el énfasis trágico con cambios de tono. No producen un efecto distanciador o de extrañamiento sino de teatralidad salmodiosa. Una forma de declamar común a otras piezas de su repertorio.

En ocasiones frena a la narración la ampulosidad del leitmotiv escenográfico (esa pequeña multitud de trono-dagas) y el sin fin de movimientos e imágenes que la puesta en escena coreografía con él. Un mismo recurso que es leitmotiv de la propia Atalaya y que resulta a veces más retórica que narrativa.

Un vestuario y maquillaje-máscara expresionistas sirven una preciosa atmósfera de potentes contraluces, atractiva y sobria. Certera como la música de Luis Navarro que imprime algo de ritmo festivo e irónico al festín carnicero de Ricardo.

La interpretación brilla en la coreografía entre Ricardo y Lady Ana, o bien en boca de Ricardo o de La Reina Margarita cuando se sirve fría, desde el registro irónico.

El Ricardo III de Atalaya nos atrae cuando pavonea la rabiosa ironía contemporánea.

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