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Ética en tiempos cínicos

  • Un par de años después de publicar 'Nada', Seix Barral ha lanzado la nueva novela de la escritora danesa Janne Teller, una aguda reflexión sobre los límites éticos que debe marcarse el artista

Es, y no por casualidad, invierno. Una intensa ventisca se abate sobre una ciudad innominada. La nieve cae arremolinándose, amontonándose sobre el mundo, y cubre con un sudario leve los tejados de las casas, los techos de los coches, las calles, y borra poco a poco las huellas dejadas por los transeúntes en las aceras. Éste es el telón de fondo de Ven, la nueva novela de la escritora danesa Janne Teller. En literatura existen los accidentes, no las casualidades, y el invierno está ahí, con toda su carga simbólica, para crear una determinada atmósfera. La nevada acentúa el aislamiento del protagonista, un editor que mantiene un abrupto soliloquio, mientras muere la tarde y el mundo se hunde en la noche. La hora también alimenta cierto estado de ánimo. Si el invierno es intemperie, el crepúsculo es acabamiento. La noche, luego, dejará aún más solo al personaje. En su mente, cual copos de nieve, se depositan despacio, muy despacio, recuerdos y reflexiones, cuestiones perentorias y respuestas circunstanciales, sospechas, dudas. A este editor se le ha planteado un dilema (moral o ético, elijan ustedes) y debe resolverlo antes de que amanezca. Está a punto de dar un paso que, si bien puede reportarle importantes beneficios económicos, causaría asimismo un daño irreparable a una persona. ¿Qué hacer?

Sobre el escritorio de su despacho descansa la quinta novela de un novelista de éxito que, como las anteriores, promete convertirse en un superventas. El éxito, además de agradecido, es útil; no se trata exclusivamente de llenarse los bolsillos, sino de engrasar la maquinaria editorial para que siga funcionando: "los best sellers de este autor sufragan [los] libros de poesía matemática", reflexiona. El manuscrito que espera el visto bueno cuenta el drama vivido por una mujer que trabaja para la ONU durante el proceso de paz en cierto país africano; las cosas se complican y la organización le pide que abandone el país porque no pueden garantizar su seguridad; no lo hace y, cuando el caos se adueñe de las calles, será violada por un grupo de hombres… El editor ha descubierto que la mujer de la ficción es una antigua amiga que querría olvidar aquellos hechos; de publicarse, su historia será conocida por miles, quizás millones de personas en todo el mundo. Al escribir el relato, el novelista tal vez no calibrara el alcance de su propuesta, pero él sí. "Y si alguien no es consciente de su responsabilidad -escribe Teller-, ésta recae automáticamente en el que la detecta".

La ventisca y la noche no son las únicas razones que lo retienen. A la mañana siguiente ha de coger un avión para asistir a un congreso internacional en Viena, y debe preparar un discurso sobre ética en el mundo editorial y, conforme adquieren forma, las ideas lo obligan a sopesar sus acciones. Parte de unos presupuestos, en teoría, intachables: "La ficción no es la realidad. Y por tanto un texto novelado no puede ser juzgado con los mismos criterios éticos que rigen los demás ámbitos de la vida", se dice. ¿Es así? ¿El arte debe someterse exclusivamente a las reglas del arte? "Cada acto humano contiene la semilla de otros muchos", escribe Teller en la estela de aquel axioma de Kant, según el cual, habría que actuar como si cada una de nuestras acciones tuviera que servir de modelo a las de los demás. El protagonista recuerda un episodio perverso que tiene todos los visos de ser auténtico: cierto escritor, despechado, escribió una novela en la que revelaba la vida íntima de una artista a la que había cortejado infructuosamente. Era un buen libro y tuvo un enorme éxito. No obstante, las revelaciones mandaron a pique varios matrimonios. Uno de los implicados cogió su vehículo un día "y, con sus hijos dentro, lo empotró contra un árbol". El escritor abordó estos hechos en su siguiente libro, que vendió más que el anterior.

Esta aguda reflexión sobre los límites éticos que debemos marcarnos en estos tiempos cínicos es consecuencia de la polvareda que levantó un anterior trabajo de Janne Teller: Nada (Seix Barral, 2010). Por si no lo recuerdan, Nada, una novela destinada al público juvenil, fue acusada en su día de ofrecer "contenidos impropios" para el lector adolescente y en Dinamarca y otros países se boicoteó su distribución. En ésta, la autora entregaba a un grupo de chicos a una cadena de acciones aberrantes sin adoptar en ningún momento una posición definida. ¿Debería haberlo hecho? En Ven, consciente de que "cada acto es semilla de otros", enfrenta a su protagonista a cuantos interrogantes debieron acuciarla al calor de estos sucesos. El editor se dice a sí mismo que los libros son sólo libros y las ventas, sólo ventas; sin embargo, estas tautologías, tan socorridas, a veces no sirven de nada. Janne Teller, que sospecha la verdad, arroja al personaje y a los lectores una sentencia devastadora: "Se puede sobrevivir a lo que los demás te hacen, no a lo que tú haces a los demás".

Poco más cabe añadir.

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