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El Festival de Órgiva duplica su asistencia

El décimo quinto Festival Flamenco Ciudad de Órgiva ha dado un salto cualitativo respecto a ediciones anteriores. Ha multiplicado el número de espectadores, sin necesidad de elaborar un cartel de primera clase. Sin embargo, la autenticidad y el sabor flamenco brilló como en cualquier evento de bandera. Este crecimiento se debe simplemente a la apuesta del Ayuntamiento local por esta oferta, por su acertada promoción, por el cambio de escenario y por el cuidado de los detalles, actuantes, decoración y medios. Como cabeza de cartel, el sevillano, de Osuna, Manuel Cuevas, acompañado por Isidoro Pérez a la guitarra, dio un recital de altura. Se templó por malagueñas y abandonaos, que dieron prueba inmediata de su capacidad torácica y el dominio del cante de sabor añejo. Una bella farruca prosiguió en su entrega. Ante la respuesta de un público incondicionalmente volcado, abandonó el micrófono y, a pie de escenario, interpretó La Salvaora caracolera. Últimamente, las zambras y el estilo de Manolo Caracol se han puesto de moda, y no hay festival o encuentro flamenco donde un toque de este insigne cantaor esté presente. Su torrente de voz rellena el ambiente, posiblemente mejor que con amplificación, innecesariamente elevada. Tal es el efecto, que su última propuesta por fandangos festivaleros la continua a pie de escenario de esta misma guisa. Antes de que saliera quien ganara la Lámpara Minera en 2002, actuó la malagueña Isabel Rico, con Fernando Rodríguez, de Sevilla, a la guitarra. Con un registro afinado y de buena modulación, la cantaora nos ofrece alegrías, granaína y media, tientos tangos, en los que se alargó demasiado, y destacó en las bulerías, donde el virtuosismo del guitarrista fue evidente. Abrió la noche el cantaor local Álvaro Rodríguez, que en su tierra estuvo más suelto y relajado que nunca. Pese a su juventud, es un cantaor clásico, lleno de jondura flamenca. Álvaro hizo una soleá, una granaína y la milonga dedicada a la madre de Juanito Maravillas. Entre estos dos últimos temas, cómo no, su aporte caracolero, lleno de melismas, un estremecedor Carcelero. La nota de color la pusieron Los de Juan, una completa formación surgida de la simiente del Taller de Compás de Almanjayar, que, al principio de cada una de las partes del recital, ofrecieron el baile fresco y desinhibido de unas alegrías y unos tangos morentianos, respectivamente.

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