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"Firmaría pasarme toda la vida diciendo textos de Shakespeare"

  • Después de hacer realidad el sueño de cualquier actor convirtiéndose en 'El rey Lear', José María Pou se mete ahora en la piel de un Orson Welles solo y sin ganas de vivir

José María Pou cuenta que consiguió meterse en el alma de Orson Welles justo en el instante en que dejó a un lado el maquillaje y la peluca y encontró el lado "humano" y quijotesco que tenía el personaje. El actor, que recreará durante este fin de semana en el Teatro Alhambra los últimos días del artífice de Ciudadano Kane en Su seguro servidor, Orson Welles, asegura que procura disfrutar al máximo todo lo bueno que le sigue dando un duro oficio en el que lleva regalando interpretaciones magistrales al público desde hace más de cuarenta años.

-¿Qué siente un actor cuando Orson Welles 'llama' a su puerta?

-Es curioso... Normalmente las obras que hago las elijo yo personalmente, así que suelo estar implicado en ellas desde el principio, desde la gestación del proyecto. Su seguro servidor, Orson Welles me llegó caído del cielo hace seis años tras una llamada de Esteve Riambau, uno de los grandes especialistas en Orson Welles, en la que me dijo que había llegado a sus manos un texto teatral de Richard France, el mejor experto del director en todo el mundo. Con cierto escepticismo le comenté que estaba muy ocupado, pero al leer el texto me sedujo mucho. En ese momento tenía muchos compromisos y se tuvo que retrasar, pero por fin pudimos ponerlo en marcha.

-El público va a descubrir a un Orson Welles viejo, con sueños por cumplir y que presta su voz a cuñas publicitarias de laxantes...

-Eso fue lo que más me sedujo de esta obra. No se trataba de interpretar al genio, al personaje arrollador que todos conocemos, al monstruo del cine, sino todo lo contrario. La obra presenta a un Orson Welles desconocido, seis meses antes de morir, y en un momento en que él se considera a sí mismo un gran fracasado y se lo cuenta al público. Le cuenta que fue un niño prodigio y que más allá de Ciudadano Kane no hizo nada, todo fue cuesta abajo: le etiquetaron de genio pero no pudo terminar ni una sola de sus películas porque todo fueron trabas. Él era un artista pero nunca podía terminar sus películas como quería. El mérito de la función está en presentar al Orson Welles ser humano que no hemos visto nunca, que se siente solo, al final de su vida, sin demasiadas oportunidades y ganándose la vida como un locutor anónimo.

-¿En qué le ha cambiado como actor interpretar a este Welles?

-He tenido que vencer una gran resistencia mía a hacer monólogos o espectáculos unipersonales, esos que tanto se llevan ahora. Hice uno y siempre dije que no repetiría, y sigo cumpliendo con mi palabra porque en esta obra hay otro personaje más. No tengo ningún afán de ocupar yo solo el escenario, a mí lo que me gusta del teatro es que hay una labor de equipo, y me gusta que haya gente más en el escenario con la que poder comunicarme con la mirada y transmitirle emociones al público. Además, el otro gran reto era hacer creíble la imagen de Orson Welles.

-Pero curiosamente, quitando la barriga postiza, apenas se caracteriza...

-Hay una imagen física asociada a Orson Welles muy clara y, en un principio, creíamos que debíamos conseguir esa semejanza física exacta. Encargamos una peluca con la misma línea del pelo y queríamos hacer una reconstrucción total del personaje, pero cuando tuvimos todos los ingredientes nos dimos cuenta de que no funcionaba... Cuanto más me parecía físicamente a Orson Welles, todo era menos creíble y quedaba mucho mejor si simplemente cogía la esencia del personaje. Un día, en uno de esos ensayos en los que se produce un milagro, nos dimos cuenta de que Welles tenía una gran ilusión: no morir sin terminar El Quijote, una obra que llevaba rodando desde hace mucho tiempo pero que no conseguía terminar. En la obra habla mucho de El Quijote y dice a veces expresiones y versos de él aplicados a sí mismo. Me di cuenta de que había momentos en los que él se veía a sí mismo como El Quijote y pensé que lo mejor era buscar a ese Orson Welles que se sentía como el personaje de Cervantes. Buscamos la imagen global de un volumen grande y borramos la búsqueda del parecido físico exacto. A partir de ahí, me sentí con la libertad de no tener que imitar a Orson Welles, sino hacer lo que yo creía que era Orson Welles y, el espectáculo creció una barbaridad.

-¿Welles será uno de esos personajes que le acompañen siempre?

-Supongo que sí; es un espectáculo que puede tener mucha vida. Será un personaje de referencia sobre todo porque es Orson Welles, pero no es el que más quiero de todos los que he interpretado. Yo, creo que al igual que todos los actores del mundo, nos quedamos con El rey Lear. Yo tuve la suerte inmensa de que me llegara hace cinco años y fue un momento fundamental en mi carrera, puedo hablar de un antes y un después de esta obra. Noté que como actor y como persona cambió mi visión del mundo y de mi oficio.

-¿Así de intensamente vive un actor a sus personajes?

-Eso pasa con los grandes personajes... Por eso uno siempre está deseando hacer Shakespeare. Yo firmaría pasarme toda la vida haciendo y diciendo todos los días textos de él, porque te hacen crecer muchísimo como actor y como persona.

-¿Tiene algún personaje que se le resista o que sea tan anhelado como lo fue El Quijote para Welles?

-La verdad es que no. Me siento un actor privilegiado, llevo 40 años en la profesión y no he estado ni un solo día parado y he tenido acceso a grandes espectáculos que nunca había previsto. Busco hacer personajes que me digan algo a mí, que yo pueda aportarles algo a ellos y que juntos consigamos conectar con el público. Lo demás da igual...

-El documental Máscaras muestra su lado más íntimo como actor. ¿No le dio cierto pudor?

-¡Ésa es la palabra! Me propusieron hacer este documental sobre cómo vive un actor la transición entre un personaje y otro. Habla de la figura del actor y, aunque me daba mucho pudor y muestra una imagen mía desconocida, enfadado y con mis manías personales rodadas tal cual, me metí de lleno en el proyecto para mostrar al público que el trabajo de actor es muy duro y que hay actores que trabajamos y sufrimos mucho y que nos tomamos muy en serio nuestro oficio. Es un ejercicio total de impudicia. Es una película que los directores han hecho mientras yo hacía otra cosa, ya que casi todo se ha rodado con cámara oculta y nunca sabía cuándo se estaba grabando. Fue un regalo maravilloso porque tengo una visión de mí mismo que ni yo conocía.

-¿Y se puede concentrar estudiando en los alrededores del Macba?

-Es que necesito estudiar con de ruido. Cada uno tenemos nuestras manías y yo necesito salir a la calle, desde hace 40 años me preparo todos mis personajes así. Lo bueno es que en mi zona ya me conocen y si me ven hablando solo saben que no estoy loco.

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