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Gardel, "bonachón e implacable"

  • Retroback y CajaGranada muestran el lado más íntimo del gran difusor del tango a través de objetos personales como cartas a su albacea y amigo Armando Defino o la chalina que usó en su primera película

"Gardel comenzaba a ser Gardel cuando murió" el 24 de junio de 1935 en Medellín. Todo en su vida fue digno de un guión de cine. Incluso sus recuerdos. Permanecieron ocultos por un tiempo en el baúl de una familia que nunca le conoció. Igual que hizo con Audrey Hepburn, Bogart o Marilyn Monroe, el Retroback descubre ahora una de las personalidades más carismáticas de la música y el cine a través de cartas, fotografías y objetos tan curiosos como un bastón estoque. Enrique Espina Dawson, presidente del Centro de Estudios Gardelianos, explica que "Gardel aunaba dos formas de ser en la vida: por un lado era despreocupado y bonachón; todo le parecía bien. Por otro, en lo tocante a su profesionalidad, era implacable consigo mismo".

Las muestras Gardel en Granada -que se inauguró ayer en la sala de CajaGranada en Puerta Real- y Gardel: objetos para la permanencia del mito -hoy, en el Teatro CajaGranada- exponen los 'tesoros' con los que el cantante y actor convivió. En las vitrinas se descubre la relación de Gardel con su familia, con el cine, con los viajes o con la muerte. Llama la atención, por ejemplo, la chalina que usó en su primera película filmada en Francia, Las luces de Buenos Aires, donde interpretaba el tango de Tomo y obligo, pero también una guitarra de 1925, el primer tango que grabó o algunos carteles de sus películas.

Las cartas a Armando Defino, su albacea, su escribano y amigo, "nos revelan a un Gardel inédito: más que generoso fue casi un pródigo, un hombre que no le daba ningún valor al dinero y las sumas inmensas que ganaba las derrochaba enseguida". Sin embargo, a partir de la "mala experiencia" con su anterior socio, Razzano, "él empieza a preocuparse por cosas por las que nunca se había preocupado como la administración de sus negocios". Vemos aquí, dice Espina, "a un Gardel de una diversidad y capacidad empresaria que incluso él mismo desconocía".

Llegó a ser actor prácticamente "sin serlo porque Gardel era un actor de la palabra con música". Uno de los mayores conocedores de su vida relata que, después, "a la fuerza se quiso hacer actor... y no tuvo un mal papel por cierto. Sin embargo, siempre se quejaba de no tener gente de más valía que lo secundara porque aquellos eran los primeros tiempos del cine sonoro". Lo que hacía realmente feliz a Gardel era "cantar y estar con la gente que quería. La familia y la amistad era lo principal". Enrique Espina lo describe como "un hombre lleno de gracia. Se pasaba contando chistes y riéndose todo el tiempo... Así le recuerda todo el mundo". Cuando el presidente del Centro de Estudios Gardelianos descubrió sus objetos personales, se sorprendió por la cantidad de joyas que Gardel compró a su madre, Berthe Gardès. Con ella llegó supestamente desde Toulouse a Buenos Aires con sólo dos años. Espina encontró "joyas finísimas compradas en las principales casas de Francia como Cartier. Me llamó la atención el buen gusto que tenía para sus cosas, todas de gran valor y muy finas. Era un hombre que adoraba las cosas buenas de la vida, los perfumes, las buenas camisas...". Pero su elegancia iba más allá. No perdonaba su hora y media de gimnasia todas las mañanas, "se acostara a la hora que se acostara", y además "sabía de memoria" todo lo que debía hacer ese día.

Gardel no murió en la cumbre de su carrera. "Murió en lo que fue la cumbre hasta ese momento" pero 70 años después se le sigue recordando. Pero ¿cuál hubiera sido su proyección? "Si el accidente aéreo de Medellín se hubiera producido cinco años después ahora estaríamos hablando de la figura cumbre de todas las épocas. De todos los nombres de su tiempo no se recuerda a nadie salvo con fines arqueológicos o históricos".

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