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La Granada imaginada por Falla

El encuentro entre Granada y Manuel de Falla no fue fortuito; el músico gaditano tenía en la ciudad de la Alhambra su particular Dorado y la soñó y la imaginó mil veces, muchos años ante de poner para siempre sus pies en ella. Es la conclusión principal de la exposición La vida breve: visiones de Granada, que ayer se inauguró en la sala Zaida de Caja Rural. Una de las peculiaridades de la ópera sobre la que gira la muestra es que, pese a desarrollarse en un contexto granadino, Manuel de Falla jamás había pisado Granada hasta esa fecha y, por tanto, tiene que recurrir a informaciones externas para hacerse una idea de cómo es el paisaje y el ambiente de la ciudad de entre siglos. Para ello, la correspondencia, las lecturas de guías y libros de viaje, la fotografía y la pintura fueron la fuente de inspiración. Es decir, la Granada real y la soñada que, curiosamente, tienen muchas cosas en común.

Falla compuso La vida breve en 1905, con libreto de Carlos Fernández Shaw, para un concurso de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid, mientras se preparaba también para una competencia de piano. "La curiosidad es que es una obra tremendamente urbana porque se desarrolla entre el Albaicín, que es el barrio popular y castizo de los gitanos o los trabajadores de la forja, junto a la alta burguesía que vivía en el llano", explica José Vallejo, comisario de la exposición.

La vida breve narra la historia de amor entre una gitanita, Salud, y un señorito. Pero Falla no había estado en la ciudad, por lo que acude a la fotografía, la pintura y los amigos que conocían más o menos Granada. Así que el compositor interroga a sus allegados incluso sobre la forma de hablar de los granadinos, algo que ya en siglo XXI ha dado lugar a varios diccionarios español-granaíno que causan furor en las redes. Y esta idiosincrasia la capta Falla a kilómetros de distancia. Como explica Vallejo, en el libreto de Fernández Shaw están subrayadas expresiones en granaíno como esto es pa esto o no podemos sufrir tanto en la vía... Incluso hay una carta de Antonio Arango en la que explica que los pregones de los aguadores son parecidos al habla de los cubanos. "Pero en el fondo es una Granada imaginada y la Granada imaginada por excelencia es la pictórica", por lo que exposición tiene una pequeña pinacoteca con cuadros de Zuloaga, Georges Jules Clairin, Francis Wallis-Markland y Ramón Carazo, como representantes de la Granada idealizada plásticamente, que se enfrentan a la más concreta del mundo de la fotografía, mediante las placas estereoscópicas de Francisco Román y los fragmentos cinematográficos de El Dorado de L'Herbier (1921). Así que la Granada real y la mitológica se enfrentan en las paredes de la sala Zaida. "Choca ver que incluso a través de la fotografía, cuando se coge un escenario como la Granada de principios del siglo XX, es una ciudad ideal para crear una ficción", señala el comisario.

Por otra parte, para el estreno en Niza y su posterior representación en París, Manuel de Falla acude a su gran amigo Ignacio Zuloaga, pidiéndole que le deje hacer fotografías de sus cuadros, especialmente uno de una gitana, y de los vestidos y de los mantones que él guarda para los modelos de sus composiciones; de tal modo que el figurinista del teatro pueda hacer unas copias veraces para la representación escénica, a lo que Zuloaga responde enviándole directamente las prendas solicitadas y que están presentes en la exposición, junto a otros testimonios de la cultura material de la época, como las cerámicas de Fajalauza del Museo Arqueológico de Granada.

Pero, ¿cuándo Falla llegó finalmente a Granada sintió que no había sabido captar su espíritu? "En absoluto", responde Vallejo. "Cuando Falla va a Francia para intentar estrenar La vida breve, porque en España era imposible por diferentes motivos, compra el libro Granada, guía emocional, de Martínez Sierra, que pasa a ser un libro de cabecera. Cuando llega a Granada deja de hacer música española y se dedica a hacer su música más internacional, su obra más contemporánea". En resumen, "Falla tiene una ilusión especial por encontrar en Granada su remanso de paz".

La intervención contemporánea "no podía dejar de estar presente" en una exposición de los Encuentros Manuel de Falla, como "tradición que se ha ido incorporando en pasadas ediciones, con encargos concretos a artistas actuales que reinterpretan la obra del gran músico". Es el caso de los fotógrafos Antonio Maldonado y Jesús García Latorre que aportan una visión de cómo sería hoy la historia de La vida breve en la Granada actual, y el artista plástico Jaime García que, en la pieza de videoarte Impresiones, une en un mismo espacio a Zuloaga y Manuel de Falla.

Y en lo humano, ¿era muy diferente este primer Falla del que vivió en Granada? "Es un personaje muy definido desde su origen, lo que pasa con el tiempo es que llegan los achaques de salud, y eso hace que le limite a la hora de trabajar", responde Vallejo. "Es verdad que con el tiempo y la fama hubiese sido imprescindible tener un ordenador, porque dedicaba mucho tiempo a contestar correspondencia y estas cartas nos permiten ahora rastrear todos los detalles de su obra". Y la "suerte" es que están custodiadas en el Archivo Manuel de Falla. "Tiene aún más valor porque Falla no sólo conservaba las cartas enviadas, conservaba una copia de las cartas que él mismo enviaba, con lo que se ve la evolución de su obra y de su situación personal", continúa el responsable de la muestra.

Por último, en cuanto a si es una exposición sobre Granada o sobre Falla, Vallejo cree que muestra "cómo se puede abordar una ciudad como escenario y, además, toda la mitología desarrollada en torno a eso", concluye sobre una exposición que muestra cómo se edificó una ciudad en la mente de uno de los genios del siglo XX.

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