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Hechizos, brujas y conjuros en la Andalucía de la Inquisición

  • Rafael Martín Soto destapa en 'Magia y vida cotidiana' la riqueza de algunas prácticas religiosas y los juicios por tratos con el diablo en los siglos XVI y XVIII

La magia y la brujería han formado siempre parte de la vida de los andaluces. Entre los siglos XVI y XVIII, los hechiceros, perseguidos por los tribunales ordinarios y la Inquisición, se afanaban en curar enfermedades, ganar dinero fácil o lograr el secreto de la eterna juventud. El escritor malagueño Rafael Martín Soto ha recogido estas labores sobrenaturales en la región, no siempre apreciadas por los estudiosos, en su libro Magia y vida cotidiana. Andalucía, siglos XVI-XVIII. "No entiendo cómo no se ha valorado antes la riqueza de la hechicería andaluza", comenta, "mucha gente venía de fuera para aprender magia aquí".

El libro está muy relacionado con el tribunal de la Inquisición. Martín Soto, en lo que ha sido la continuación de su tesis, rescata minuciosamente la información sobre los procesos de los viejos archivos. Dibuja una Inquisición que escapa de su propia leyenda porque, según el autor, "hay una gran diferencia de mentalidad entre en religioso y el inquisidor. El inquisidor escuchaba a la hechicera, a las víctimas, a los clientes y, en la mayoría de los casos, rebajaba las penas de los tribunales ordinarios".

Pero, sobre todo, es un estudio de las raíces de la cultura andaluza, tal y como explica el director de la entidad promotora, el Centro de Estudios Andaluces, Alfonso Yerga, "indagamos en la memoria, en el origen de nuestra identidad. Observamos el pasado para construir el presente y el futuro". El responsable de la editorial, Abelardo Linares, confirma este interés en esta búsqueda de "la historia pequeña. Es un estudio antropológico que quiere reconstruir el pasado a través de la gente anónima".

A lo largo de once capítulos Martín Soto reflexiona sobre distintos aspectos de la magia, que van desde la relación entre la religión y el diablo hasta la influencia del ideario de los colonos franceses y alemanes que repoblaron nuestro país en el siglo XVIII. La magia formaba parte de la vida cotidiana de muchas personas, solucionaba problemas de amor, de dinero, venganzas, aunque en el extranjero se afirmase que "el diablo no se fiaba de las españolas". También existía una magia más culta, la alquimia, practicada por los nobles y los estudiosos, como los médicos. Para Martín Soto la hechicería forma parte del imaginario social, es un "último recurso en todas las épocas" para cuando la razón no funciona, como ahora sucede con la medicina alternativa.

Estos años tampoco estuvieron exentos de brujería. Hay constancia de que hubo brujas y, según el autor del estudio, es muy probable que hubiese aquelarres, pero al contrario de lo que sucedía en el resto de Europa, no hubo grandes persecuciones. A mediadios del siglo XVI se decidió que la brujería no existía, y que las llamadas "brujas" sólo necesitaban la ayuda espiritual de un sacerdote para volver a la normalidad.

El libro está salpicado de procesos particulares, de aristócratas y traficantes que se obsesionaron con los conjuros, de sacrificios de niños y de torturas para conseguir dinero y mujeres. En definitiva, de las creencias fantásticas del Siglo de Oro que, de una u otra manera, forman parte de las creencias de hoy.

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