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Historias de nombres y calles

  • Salvador Ariztondo, Luisa Roger y Jesús B. Ruiz publican un libro que, con ilustraciones del artista local Blas Romero, rescata una parte esencial del pasado de Santa Fe gracias a una ardua investigación

La curiosidad se dispara algunas veces ante los nombres sorprendentes de determinadas calles, otras merecen pensamientos de apenas unos segundos para percatarse de que se repiten en el trazado de multitud de municipios, como calle Real, Ancha, o De la Rosa. La imaginación, en cualquier caso, se pone manos a la obra para llegar a una conclusión razonable de por qué una calle lleva una placa y no otra. Incluso la memoria popular también contribuye a 'jugar al despiste', inventando un pasado que nunca existió ligado a los nombres de las vías. En cualquier caso, cada calle, de principio a fin, encierra su propia historia, en ocasiones enterrada para siempre o tan escondida que han sido necesarias miles de horas de investigación para dar con su origen. Este es el laborioso trabajo que han realizado Salvador Ariztondo, Luisa Roger, Jesús B. Ruiz, autores de Las calles de Santa Fe. Historia de los nombres, cuyo redondo trabajo ha sido completado con las ilustraciones del artista local Blas Romero. Su objetivo no ha sido otro que el "egoísta", de "conocer a través de los nombres de las calles de Santa Fe una parte de su historia", según comparten los tres historiadores.

El recorrido de la mano de los autores de este libro no sólo se limita a ser un itinerario por las rectilíneas calles de Santa Fe, sino que supone un ejercicio de imaginación, cuando los historiadores explican con claridad en el libro hasta dónde llegaban las murallas, la Caba, las rondas, los cuartos, o cómo determinados nombres han ido 'bailando' a lo largo de distintas zonas del plano de la ciudad.

Fue en el año 1812 cuando aparecieron por primera vez las casas y los vecinos agrupados por calles y no una relación numérica de casas sin referencia a la calle, como ocurría hasta entonces. Y es que las calles no siempre han tenido un nombre. Los acuerdos para su denominación se remontan a la segunda mitad del siglo XIX.

La organización de la ciudad, según el libro, que conforma el itinerario que seguirá el viajero, está dividida en tres cuartos o barrios establecidos en el repartimiento de 1492-1496 -Córdoba, Jerez y Jaén- para el casco histórico, y los campos que fueron constituyendo los barrios o arrabales situados en los aledaños de la ciudad. En cuanto al orden de las calles, se han situado primero las más significativas de cada cuarto y el resto de este a oeste y de norte a sur. También se incluyen en la obra los anejos de El Jau y de Pedro Ruiz.

Así la ruta comienza por el cuarto de Córdoba y, dentro del mismo, por la calle Real, que recorre la ciudad de este a oeste y se limita por dos de las cuatro puertas de la ciudad: al este la puerta de Granada y al oeste la de Loja. Las primeras referencias documentales a su nombre se remontan a 1502 y, aunque no ha tenido siempre el mismo, siempre ha prevalecido el de calle Real.

A las distintas rondas, que recorrían la muralla de la ciudad, sigue el estudio de calles como Samaniego, que hacía honor a un vecino de Caravaca, propietario de varios inmuebles en la localidad. Ésta ha sido una de las constantes de la historia de los nombres de Santa Fe, donde predominan los de la oligarquía municipal sobre cualquier otra temática. Pero también la ciudad se ha mostrado agradecida por los servicios prestados por sus vecinos, como en el caso del Doctor Blanca, un médico que se dedicó durante 50 años a su labor asistencial, destacable sobre todo en la epidemia de cólera de 1885.

El recorrido por las distintas calles -que sería imposible enumerar en su totalidad- del cuarto de Córdoba, una vez finalizado, da paso al cuarto de Jerez, que comienza en la obra impresa en la plaza de España, que juega un papel fundamental en el trazado de la ciudad, al igual que en la mayoría de las ciudades. Los edificios principales se han levantado alrededor de ella. Los espacios en torno a la misma estaban asociados a las ideas de poder religioso, social y económico dominante.

La denominación de la actual plaza de España ha estado especialmente influenciada por el devenir de los acontecimientos históricos (al igual que el de toda la ciudad y de la mayoría de las ciudades españolas). Al nombre de plaza Real o simplemente Plaza, le sigue el de la Constitución (1837). Ariztondo llama la atención de cómo aún se conserva la placa en la fachada principal del edificio de Pósito. En 1869 pasó a llamarse plaza de la Libertad, aunque era habitual que perviviese el nombre antiguo y el moderno. En 1904, con la fiebre historicista, se pasa a denominar plaza de los Reyes Católicos. Pero, a partir de 1936 se llamó plaza del General Franco, plaza Franco -tal y como recoge el padrón de 1940- o plaza del Generalísimo. Una de las anécdotas que más ha llamado la atención de los autores, según explica Luisa Roger, es que no han encontrado ningún acuerdo sobre este cambio de nombre.

Calle Isabel la Católica, Larga, ronda de Granada sur, Santa Bárbara… Mención especial merece la nomenclatura de Moro Tarfe, que se basa en una tradición granadina y en un romance que narran dos episodios legendarios transcurridos durante el definitivo asedio de la ciudad de Granada. Caló tanto en la sensibilidad popular que no sólo dio lugar a varias referencias en el plano, sino que aún hoy algunos se preguntan si fueron hechos reales o no.

El estudio del cuarto de Jaén en esta visita apresurada a Santa Fe, comienza en la ronda de Sevilla, en la actualidad, la calle más larga del municipio. Su trayecto comienza en la esquina de la ronda de Granada sur y finaliza en la calle Costas, actual Santa Fe de Bogotá. La ronda de Loja sur, como las demás, recuerda la villa fortificada que fue Santa Fe, cuya muralla era recorrida por su interior por una ronda que recibió los diferentes nombres de las cuatro puertas que daban acceso a la ciudad.

En la obra se recogen no sólo los distintos cambios de denominación de la mayoría de calles, cuándo y cómo, sino también se hace referencia a los personajes históricos a los que rinden homenaje, algunos de carácter nacional o internacional. Como ejemplo, durante la República varias calles santaferinas llevaron nombres como Lenin o Stalin y otros impronunciables de glorias del socialismo. Fue también en esta época cuando un buen número de calles llevó el nombre de mujeres, algo insólito en el resto de épocas.

Los autores parafrasean al poeta portugués Eugenio de Andrade cuando dice que "las ciudades son como las personas, tienen sus secretos y, a veces, los guardan bien guardados". Y así ha ocurrido en algunos casos, en los que las placas de algunas calles seguirán envueltas en un halo de misterio.

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