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Imposible, pero entretenida, ensalada de vaqueros y marcianos

Ciencia-ficción/Western, EE UU, 2011, 118 min. Dirección: Jon Favreau. Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci, Damon Lindelof. Intérpretes: Daniel Craig, Harrison Ford, Olivia Wilde, Sam Rockwell, Paul Dano, Clancy Brown, Keith Carradine. Música: Harry Gregson-Williams. Fotografía: Matthew Libatique. Cines: Cine Vergeles, Cinema 2000, Kinépolis, Artesiete.

La ciencia-ficción es un género dotado de una flexibilidad que le ha permitido ambientarse en el pasado, el presente o el futuro y hacer buenas migas con el cine negro (Blade Runner), metafísico (Solaris), policíaco (Gattaca), romántico (2046), cómico (El dormilón), paródico (Marte ataca) o del Oeste (Atmósfera cero). A condición, siempre, de llevar los préstamos de los otros géneros a su terreno (caso de la adaptación de Solo ante el peligro al espacio realizada por Peter Hyams en la última de las películas citadas).

El western, por el contrario, es por su propia naturaleza un género con una fuerte tendencia a cerrarse sobre sí mismo geográfica (el Oeste americano) y temporalmente (desde la apertura de las rutas de Oregón y Santa Fe en 1845 hasta el fin de las guerras indias en 1890, con una agonía que llega hasta la revolución mexicana de 1910). Aunque admite matices -épicos, románticos, sociales, políticos, psicológicos- que lo enriquecen, siempre que se inserten en sus coordenadas espaciales y temporales; o aunque sus esquemas básicos épico-narrativos pueden exportarse (El Cid de Anthony Mann como western medieval), lo cierto es que sus injertos con otros géneros (westerns cómicos o musicales, por ejemplo) suelen haber salido mal.

Cowboys & Aliens -adaptación al cine (¡otra más!) de un cómic de Fred Van Lente y Andrew Foley- no arranca mal como posible western. Hombre herido y perdido en el desierto (Daniel Craig). Refriega en la que se carga a tres o cuatro contrincantes. Llegada del herido y letal forastero al pueblecito para buscar ese imprescindible médico que echa un chorreón de güisqui sobre la herida y otro en su gaznate siempre seco. El pueblo, naturalmente, está dominado por un terrateniente tiránico y brutal (Harrison Ford) con un hijo tan memo como violento y borracho (Paul Dano) al que el extranjero le da lo que se merece. Lo preocupante es el pulserón que lleva: anuncia cosas malas que se cumplirán cuando, tras una media hora de buen western, la cosa derive a una regular película de marcianos en el Oeste.

Así que, pasada esta primera buena y original media hora en la que lo alienígena late pero no se muestra, nos meten de lleno en la acostumbrada verbena de naves, bichos feos, explosiones y desintegraciones. Eso sí, con confortantes trozos de western e interesantes préstamos de La invasión de los ladrones de cuerpos y La guerra de los mundos (versión Spielberg).

Eficacia narrativa y espectacularidad visual no se le pueden negar. Le suman interés las bromas de la partida que persigue a los marcianos como si fueran indios que hubieran secuestrado a las mujeres o de los pistoleros que saltan de sus caballos al galope a los platillos como si fueran trenes. Y le da calidad la excepcional dirección de fotografía -que logra exteriores western de una extraordinaria pureza- de Matthew Libatique, cómplice habitual de Darren Aronofsky.

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