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Imposible no sentir

  • El Festival Cabezabajo consigue provocar, hipnotizar e inspirar al público con la quincena de acciones que llevó al escenario del Teatro CajaGranada

Imaginen a una mujer con una cesta de huevos metida en su cabeza. Es imposible explicar la sensación de angustia... El arte de acción tomó ayer el escenario del Teatro CajaGranada convirtiéndolo en un auténtico hervidero de sensaciones que ni la propia realidad, aun mostrando a diario las mismas esperpénticas imágenes de injusticia, violencia o guerra, es capaz de provocar.

Eligió bien el nombre de este festival el artista Isidro López-Aparicio. Cabezabajo es la postura en la que este arte efímero y corporal coloca al espectador. Aunque cada acción tenga los minutos contados -principio y final- permanece en la mente de quien lo ve tanto como le haya afectado.

El mismo director del certamen eligió una acción que llamó muchísimo la atención: justo en el momento en el que Ana Matey completaba la suya encerrando su cabeza en una jaula repleta de huevos, él corría al escenario cargado de tablas. Ante la expectación del público, López-Aparicio comenzó a crear una extraña cruz de madera que al final unió con su propia ropa y cargó desnudo por el patio trasero del teatro mientras una sorprendida procesión de espectadores le seguía silenciosa. Era imposible no querer arrancársela de cuajo.

Arte que provoca. Que hipnotiza. Que retuerce y estira emociones como si fueran dedos en una llaga. Tras la cruz, una chica comenzó a arrojarse bolsas de tierra mientras gritaba desesperada que estaba muerta, enterrada y olvidada y sonaba de fondo el himno de España.

Al no ser un arte tangible. Al no tener ficha explicativa, el espectador puede ver en cada una de las performances diversa simbología. ¿Era un manifiesto a favor de la memoria histórica? No importaba. El público la rodeó y escuchó sus repetitivas palabras, como queriendo agujerear cada una de las conciencias presentes.

El objeto se convertía en mero soporte y era el cuerpo quien llevaba la voz cantante en las performances.

Maria A A conseguía tener a un numeroso grupo concentrado a su alrededor mientras hacía una tarta con ingredientes de su propia vida. Año a año fue contando una serie de vivencias que mantuvo en vilo a sus admiradores. Cuando los recuerdos eran dulces, añadía nata al pastel. Si eran agrios, untaba sobre el bizcocho mermelada de naranja. No se sabe si aquello que contó, aquella especie de biografía culinaria, era cierta o no. Pero era lo de menos. Al final repartió la tarta vivida hasta ahora entre todos aquellos que, sentados o deambulando a su alrededor, la escucharon con atención.

La quincena de acciones que el público presenció en esta I edición de Cabezabajo inspiraron además dibujos, fotografías y vídeos de otros artistas -algunos de ellos alumnos de la Facultad de Bellas Artes- que ocuparon el escenario junto a los protagonistas.

Era el objetivo de un festival que nació precisamente con esa filosofía: la de encender otros tipos de arte que pudieran alimentarse con las acciones. "Es imposible que nadie quede impasible ante la visión de una mujer rodeada de huevos", decía López-Aparicio.

Habrá que esperar ahora al año que viene para ver si este certamen tan poco usual en escenarios como el del Teatro CajaGranada o en el Palacio de los Condes de Gabia sigue contando con el apoyo de las instituciones. El deseo de su director es que así sea.

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