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Inquilinos del deseo y la incertidumbre

Compañía: Peeping Tom. Danza y creación (intérpretes): . Baker, E. De Beul, L. De Beul, M. Gyselbrecht, H. M. Jung, S. Kim, S. Versnel. Coreografía y dirección: F. Chartier y G. Carrizo. Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: 18 de enero de 2012.

A louer (se alquila) invoca simbólicamente a través de su narrativa fragmentaria -no progresiva, polifónica, absurda- a la subjetivización de la precariedad provisional. De modo que lo primero en caer es la propia noción de realidad como algo sólido, franco o neto. En A louer la fantasmagoría poética de los personajes que pueblan la pieza (una soprano diva, su marido y su joven hijo; una suerte de anfitriona o Madame; un anciano artista; un criado y un amo sospechosamente parecidos; un coro de visitantes) se funde con otra fantasmagoría, la del lugar o referente en el que surgen. Algo parecido a la atmósfera decadente de un amplio hall de entrada o salón de recepción de un viejo palacete, que sin embargo, a lo largo de la pieza intermitentemente se nombra y torna tal cual es: un escenario de teatro, lugar susceptible de ser mostrado por un guía a un grupo de visitantes o bien, desde el que cantar un aria.

En esta pieza, igual que en aquella frase de Marx, todo lo sólido parece desvanecerse en el aire. Ya sea el referente real -esa atmósfera de palacete decadente- o la subjetividad del sujeto -su proyección poético-fantasmagórica-, constituyendo uno de sus logros fusionar, poetizar ambas, sin dejar explícito al espectador exactamente qué pasa o dónde.

Igual que en un poema, en los mejores momentos del espectáculo se habla de una o varias cuestiones a la vez. Se habla por ejemplo de la desaparición del sujeto arrollado por el deseo de otro, de su nimiedad o pequeñez, desde la imagen poética en la que asistimos a la progresiva desaparición de un personaje engullido por un sofá; de la imposibilidad de la relación sexual o del dos-en-uno amoroso habla también una espléndida coreografía en la que el arrullo de la cópula continúa independientemente de que participe o no uno de los dos integrantes de la pareja.

A louer, sin embargo, no mantiene de continuo su potencial poético o narrativo, que deja aquí y allá, también, en el aire. Ocurre, por ejemplo, en la repetición de numerosas coreografías cuyo único leit motiv es el contorsionismo, o bien en aquellas escenas que muestran demasiada vaguedad en la caracterización o imaginería fantasmagórica de los personajes. Con todo, la sensación final es que la pieza retoma, proponiendo nuevamente otra imagen poética alrededor de estos personajes, inquilinos siempre de la incertidumbre, la pérdida, la falta; así como también lo son del humor y el deseo vitalista de fusionar en un solo espacio a escenario y espectador.

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