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'El Jardín' de Peeping Tom, un paraíso de decadencias

  • l Hoy en el Teatro Alhambra, a las 21 horas. Entrada, 12 euros.La compañía belga presenta en el Teatro Alhambra una obra en la que aborda los miedos y frustraciones de una familia

Los belgas Peeping Tom consiguen hacer de lo cotidiano algo extraordinario. Rodeados de césped cuentan en El Jardín la decadencia del ser humano, una obra con la que la compañía de danza y teatro inició una trilogía formada también por El Salón y El Sótano. En ella, tres personajes que componen una familia rica venida a menos se enfrentan a sus miedos. "La nostalgia, la muerte o la vejez son temas universales de los que no nos gusta hablar", dice Gabriela Carrizo, coreógrafa y bailarina del grupo.

La prestigiosa compañía presentó anoche en este espectáculo una mezcla de piezas incompletas de la realidad que, juntas, componen algo muy parecido a una pesadilla. Un escenario común donde se van enlazando momentos extremos pero sin límites.

El Jardín, creada en septiembre de 2002, es una completa obra en la que se diluyen los márgenes del teatro, la danza y los recursos audiovisuales. La acción comienza con una película -que se ha presentado independiente como cortometraje en diversos festivales- que sitúa a varios personajes en una ruidosa discoteca africana en el centro de Bruselas y cuyo personaje principal es una mujer rica que mide como un niño de dos años. En torno a ella y las dificultades con las que se enfrenta en su vida diaria se desarrolla un mundo de noche, oscuro.

Después, tres de los personajes que aparecen en la película 'saltan' al escenario: un jardín interior en el que se encuentran un hombre maduro de unos sesenta años, que hace un recuento material de su vida, y una pareja: un hombre de unos cuarenta años preocupado por no conseguir bastante en la vida y una mujer minusválida de edad que debe enfrentarse a su defectos. Dos personas con sus errores, sus ambiciones perdidas y su particular aislamiento e ignorancia. Se describe en El Jardín una etapa de su compleja vida, la decadencia de la madurez, sus miedos y sus frustraciones.

Para Carrizo, el jardín supone el lugar donde son visibles los "fallos de sus almas". Un espacio supuestamente alegre, verde, que contrasta con la tristeza de lo que ocurre en su interior. "Es una paradoja entre dos mundos", cuenta Carrizo, una de las fundadoras de Peeping Tom.

"Partimos de un espacio. Siempre es una especie de oblicuo, un lugar que pertenece a una casa, un lugar donde uno se puede identificar". Por ser la primera obra, supuso una "aventura que salió bien. Todo surgió por las ganas de realizar un jardín en el escenario, cuando estábamos haciendo la película del principio la idea era continuarla. Había dos personajes que salían de esta discoteca hacia afuera, a un jardín que continúa en el escenario".

"En la película uno percibe a ciertos personajes y en el jardín se termina de conocerlosý puede ser un sueño, ya que se ve en otro ángulo. Es como cuando ves a alguien en un bar y luego lo ves en su casa, en lo cotidiano", explica la bailarina argentina.

La compañía procedente de Flandes posee una manera inequívoca de trabajar la danza y el teatro basada en el realismo. "Nos enfrentamos a temas tabúes, de los que no nos gusta hablar o ver ni en la vida ni en un espectáculo... Son temas duros, pero así somos".

A través del impacto visual y el dinamismo de sus movimientos, Peeping Tom asocia ideas y situaciones reales que después cobran una dimensión surrealista o extraña: "Las empujamos hacia un extremo tanto emocional como a nivel de movimiento. Lo trabajamos para que pueda haber una identificación, para que podamos cuestionar ciertas cosas que nos cuesta afrontar en la vida diaria", afirma la bailarina.

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