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Jaroussky, descubridor de tesoros

PHILIPPE JAROUSSKY Y ENSEMBLE ARTASERSE

Programa: Sinfonías, recitativos, arias y madrigales de Pietro Antonio Cesti, Francesco Cavalli, Luigi Rossi, Giovanni A. Pandolfi Mealli, Marco Uccelli, Giovanny Legrenzi, Girolano Frescobaldi, Agostino Steffani, Claudio Monteverdi. Contratenor: Philippe Jaroussky. Violín principal: Alessandro Tampieri. Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 1 de julio de 2016. Aforo: Lleno.

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Con el barroco se rubricaron muchos momentos claves en la historia de la cultura universal. Buena parte de esos tesoros, en lo que respecta a la música, no son demasiado conocidos para el gran público que cuando los descubre, con músicos de la calidad del contratenor Philippe Jaroussky y de Ensemble Artaserse, como ocurrió en el concierto del pasado viernes en el Palacio de Carlos V, puede admirar en toda su verdad un periodo vital, que ha dejado múltiples documentos de gran belleza, sobre los que se iría construyendo el armazón de una historia que, con distintos sellos nacionales, han sido claves en el arte de los sonidos, sobre todo, en este caso, de la ópera.

Lo que fue, en un principio, pasatiempo refinado de reyes, príncipes y papas ociosos -partiendo de ponerle voz, primero, y luego música, al legado griego que habían descubierto con el Renacimiento-, acabó convirtiéndose en un espectáculo comercial, acercándose, poco a poco, a otros públicos que no fueran los cortesanos. En Italia las escuelas florentina, napolitana y romana, entre otras, rivalizaron por conseguir adeptos e influencias que se dispararon por el mundo -Francia ya había impuesto sus criterios sobre el tema, en Alemania llegó hasta después de Mozart y en España tuvo los primeros empujes con textos de Calderón o Lope, aunque no se pudiese hablar de ópera en el sentido conocido-, estilos de aquellos momentos que, en el aspecto musical y, sobre todo vocal, predominaban las florituras, las que 'bordaban' los 'castratis', que se mantuvo durante mucho tiempo en la ópera italiana, en la que tanto importaban los 'virtuosismos' cantantes, sobre el sentido poético, amoroso o dramático de los textos y el sentido de la misma obra.

Esos tesoros, no muy conocidos, de los Cesti, Cavalli, Mealli, Steffani o Monteverdi, entre otros, nos los ofreció, limpiados y abrillantados, para que no parezcan restos arqueológicos recién desempolvados, un contratenor de la calidad de Philippe Jaroussky y una formación brillante y actualizada en su concepto interpretativo, pese a la utilización de numerosos instrumentos de época, como Ensemble Artaserse. La texitura extremadamente aguda de Jaroussky, comparable a una voz blanca o femenina -cercana a la de los 'castratis', tan utilizados en la época que ilustraba-, tiene no sólo la capacidad técnica exigible para bordar sus vericuetos vocales, sino la belleza y poder emotivo, cuando la sensibilidad de una aria o canzona lo exige. Tampoco le falta dramatismo en su alta texitura para demostrarnos que no todo es, ni mucho menos, artificios en estas fórmulas, sino resortes comunicativos de primera magnitud. Lo demostró a lo largo y ancho de su recital, desde el aria Festeggia mio core!, de Le disgrazie d'amore, de Piedro Antonio Celli, con la que se iniciaba el concierto, tras la sinfonía de la misma obra, a las dos bellísimas arias con las que cerraba la primera parte y el final, de Agostino Steffani, las dos de Alarico, il Baltha, Ré de Gothi, especialmente la honda y refinada Gelosia, lasciami in pace. En su interpretación no hay afectación, sino simple verdad, de las interpretaciones y de su voz extremadamente aguda, como decía, pero uncida de una limpieza llena de naturalidad e incluso de contrastes en su plano sonoro.

A un intérprete de estas cualidades y personalidad hay que unir la perfección de un conjunto que ha rescatado a la música antigua a base de la calidad de sus intrumentistas: violines, viola, lirone y guitarra, tiroba, viola de gamba, violón, cornetas, percusión, clave y órgano. Además de la admirable conjunción, apoyando y formando parte de la idea de unidad que forman con Philippe Jaroussky, hay que señalar la capacidad individual, como la demostrada por Alessandro Tampieri, al violín, en la Sonata para violín, 'La cesta' (extracto del op. 3, núm. 2 de), Pandolfi Mealli. Su bellísimo sonido, la flexibilidad y poder comunicativo reveló a un instrumentista muy notable. Como también lo fue la percusión de Michêle Claude, la guitarra de Marco Hovat, las cornetas de Adrien Mabire y Benoît Tainturier y el resto de los componentes de este gran conjunto especializado.

Ellos y Jaroussky que disculpó su breve regalo por estar en lucha con una enfermedad, creí entender, nos hicieron aplaudir con entusiasmo el final del recital, no sólo a los incondicionales del barroco musical italiano, sino a los que lo consideramos sólo una etapa de transición en la música, a la búsqueda de cimas más comprometidas, pero que serían impensables sin los caminos abiertos por estos auténticos tesoros y los tesoreros que los custodian.

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