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Madurez de un coro para 'La infancia de Cristo'

Concluye el Festival OCG llamado Ángeles y Demonios con la trilogía sacra L'enfance du Christ creada en música y texto por Héctor Berlioz. Esta obra muestra la faceta más intimista del compositor parisino, si bien contiene una importante variedad de matices a través de las diferentes texturas musicales que van desde el contrapunto más esencial al lirismo operístico precursor de sus célebres Les Troyens.

Poco vamos a descubrir ya de Pablo González. Su trabajo y trayectoria ponen de manifiesto el buen hacer del joven director, que tuvo a su disposición una Orquesta Ciudad de Granada a la que llevó al magnífico nivel al que nos tiene acostumbrados. Especial mención merece la sección de cuerdas y el hermosísimo trío para dos flautas y arpa a cargo de Juan C. Chornet, Bérengère Michot y Esperanza Martín, en la segunda escena de la tercera parte, que supuso uno de los momentos más brillantes de la noche.

Del amplio elenco de solistas, de lo mejor de la temporada, cabe destacar una correcta Lola Casariego, quien actualmente evoluciona hacia papeles más sopranísticos que esta María. Interpretó con solvencia el único papel femenino de la partitura, compartiendo protagonismo con el José del siempre acertado Josep-Miquel Ramón, barítono de voz limpia, clara, flexible, con una colocación perfecta apoyada siempre en el armónico agudo, paradigma del canto relajado. Es un valor seguro que lo canta todo bien. Ambas voces ya hicieron juntas la grabación de El hijo fingido de Joaquín Rodrigo para EMI y, si entonces ya fue un acierto, ahora demuestran una evolución canora que les permite afrontar con garantías estilos tan diferentes como es el de la zarzuela y éste que nos ocupa. Por supuesto, también hay que mencionar al joven tenor anglo-español Agustín Prunell-Friend, una voz perfecta para el repertorio de cámara y oratorio; en su papel de Recitador cantó con un gusto excelente, con un gran control del canto sull fiato como demostró en los sobrecogedores pianissimi del último número de la partitura. Philippe Kahn, encarnó un Herodes muy operístico con voz generosa y bien manejada.

Para el final dejamos lo mejor: el Coro de la OCG. La progresión que demuestra este coro es digna de admiración. Este último concierto supone un significativo salto cualitativo basado en un importante trabajo técnico tanto en lo vocal como en lo musical. Aunque su participación no fuera tan extensa como en otras ocasiones, cada una de sus intervenciones se erigía como momento álgido de una magnífica velada. Muy mejorada la emisión en la zona aguda del registro, el empaste de las voces extremas parecía más logrado que en otras ocasiones, sin perder en ningún momento vivacidad ni brillo en pasajes de mayor exigencia vocal. Es necesario reseñar una vez más el alto nivel de las cuerdas de contralto y bajo, siempre versátiles y ajustadas, dando un soporte excepcional a una agrupación que no cesa de crecer. Esperemos que pronto vuelva a su sede habitual, el Auditorio Manuel de Falla, donde podamos comprobar con mayor calidad acústica la madurez de estas voces, algo que ya trasciende aún en salas muy poco adecuadas como el Palacio de Congresos. Más que la enhorabuena, cabe dar a este conjunto de artistas las gracias.

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