El cantaor Miguel Poveda presentó ayer ante el público de Londres su personal y sobria propuesta artística, en la que afronta con sencillez los palos más puros del flamenco sin dejar de mirar alrededor, hacia géneros más populares, como la copla. La hermana de Poveda, Sara, salió a bailar como un acto de homenaje al cantaor granadino Enrique Morente.

Poveda (Barcelona 1973) comparecía en el teatro Sadlers Wells con un recital "sobrio e intimista", según adelantó en un coloquio en el Instituto Cervantes, en el que reivindicó probar cosas distintas y abrirse a nuevas experiencias desde el respeto a la tradición.

"Cualquier experiencia que sea nueva es siempre un aprendizaje, de alguna forma es sentirse vivo. Estoy abierto a otras posibilidades y realidades aparte del flamenco", dijo el cantaor, que se ha atrevido con la copla, los tangos y los fados, y que ha hecho colaboraciones en el mundo del cine y el teatro.

Este afán polifacético, de artista integral, encuentra algunos críticos, pero Poveda es un convencido de la fuerza de las mezclas. "Todas estas experiencias me hacen un mejor artista, con un mayor bagaje", afirmó. Quizá, para alguna gente del flamenco, eso sea menos flamenco, pero yo no me siento ni menos flamenco ni menos auténtico porque mis ojos vean más cosas que Mairena y Farruco, por ejemplo".

"La música flamenca tiene tanto poder en sí, que está por encima de los propios artistas", argumentó el artista, que se dio a conocer tras ganar en 1993 el prestigioso premio Lámpara Minera en el Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia).

Allí ganó con sólo 19 años, por su dominio de los cantes mineros, las cartageneras, las tarantas o las soleás, pero desde entonces su carrera ha estado marcada por la exploración. Poveda dice que no ha inventado nada, porque "los puentes los han abierto otros como Paco de Lucía y Enrique Morente, fundamentales para la gente de mi generación", dijo.