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Miguel Ríos vuelve a la OCG

Ríos se convirtió en la estrella.

Ríos se convirtió en la estrella. / Alex Cámara

El doctor del Rock and Roll vuelve a Granada, una vez más, y lo hace de la mano de Josep Pons, el director más querido y carismático de los que ha tenido la Orquesta Ciudad de Granada, recientemente nombrado como director honorífico de nuestra OCG. Juntos rememoraron algunos de los temas más destacados de la carrera de Miguel Ríos, con el incomparable fondo sonoro de una Orquesta Ciudad de Granada por la que parece no pasar el tiempo al mantener su frescura y capacidad de adaptarse a cualquier repertorio.

Josep Pons siempre ha tenido una relación muy especial con la OCG, una orquesta que contribuyó a definir, que defendió en momentos de crisis y con la que moldeó un sonido único, de alta calidad tímbrica y viveza interpretativa, que todavía hoy perdura. Para los músicos de nuestra orquesta el reencuentro con Pons ha debido ser como montar en bicicleta, una experiencia que permanece en el subconsciente y que con un leve estímulo se revive con la misma intensidad de ocasiones pasadas. Efectivamente, los que estuvimos en el concierto ofrecido en el seno del Festival de Granada y hemos sido seguidores de la OCG pudimos percibir cómo ésta sonaba de una manera especial, intensa y fresca, con una naturalidad y definición que sólo al ser escuchada de nuevo nos hizo caer en la cuenta de cuánto la hemos echado de menos.

Pons y la OCG nos regalaron una estupenda versión de la Sinfonía núm. 7en la mayor op. 92 de Ludwig van Beethoven. Ya en los primeros compases de la introducción pudimos ver la perfecta sintonía entre director y orquesta, manteniendo un pianísimo en las cuerdas que poco a poco fue desarrollándose orgánicamente hasta desembocar en un allegro dinámico y muy marcado. El segundo movimiento, uno de los más conocidos y valorados del compositor alemán, supuso un momento de introspección sonora en el que la orquesta se transmutó en un instrumento perfectamente calibrado; cada motivo iba surgiendo sobre el ostinato rítmico que sirve de elemento generador de todo el movimiento, y en su evolución fueron perfilando un discurso claramente expuesto ante los oídos de los asistente con conmovedora veracidad. Tras un presto muy marcado y bien concebido, la sinfonía concluyó con el Allegro con brio final de gran fuerza expresiva y emotividad.

La segunda parte del concierto se dedicó por entero a la música de Miguel Ríos, quien repasó su carrera musical interpretando algunas de sus canciones más emblemáticas. El doctor Rock demostró una fuerza y viveza extraordinarias, con un discurso cercano al público que hizo vibrar el Palacio de Carlos V hasta el punto de levantar de sus asientos a los asistentes y hacerles corear sus canciones, algo insólito y nunca visto en el Festival.

La voz de Miguel Ríos se fusionó a la perfección con el sonido empastado de la OCG y el acompañamiento de un grupo de guitarras, teclados, bajo eléctrico y batería habitual en las sonoridades Rock. Josep Pons y Miguel Ríos rememoraron la buena sintonía y complicidad que dieciocho años atrás les había unido, cuando junto a la extraordinaria Ana Belén idearon un espectáculo basado en la música de Kurt Weill. Desde El río, primera declaración estética del cantante granadino, hasta Memorias de la carretera, la noche estuvo llena de buena música y buen ritmo, acudiendo a la memoria colectiva para tocar la fibra sensible con temas tan enraizados en nuestra cultura urbana como Bienvenidos, Todo a pulmón, Santa Lucía o El rock de una noche de verano. La insistencia del público para que diera un bis persuadió a Josep Pons y Miguel Ríos a ofrecer un popurrí de rock clásico, en el que se versionaron sinfónicamente clásicos como Rock around the clock o Tell me what I say. El prolongado aplauso unánime, que hizo vibrar las centenarias piedras del entorno histórico, obligaron a repetir Santa Lucía, uno de los momentos más emotivos de la velada.

Verdaderamente, el Rock y la música llenaron una atípica noche de verano, fresca y con la sombra de alguna nube en el horizonte, pero con el cálido ambiente de un Palacio de Carlos V consagrado a uno de los granadinos más internacionales y a su orquesta, que en esta velada tan especial fueron conjugados por su siempre querido director Josep Pons.

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