Crítica jazz

Moderno clasicismo

robert glasper trío

Festival de Jazz en la Costa. Fecha: martes 21 de julio. Lugar. Parque del Majuelo, Almuñécar. Aforo: 900 personas.

A la hora de escribir esta crítica aún faltan las actuaciones de la vocalista Dee Dee Bridgewater y del bajista Marcus Miller para completar la programación de esta vigésimo octava edición del Festival Internacional de Jazz en la Costa, pero mucho han de sorprendernos con sus conciertos alguno de estos dos grandes músicos para que debamos reconsiderar nuestra apuesta sobre la formidable lección de jazz a la que asistimos la noche del martes a cargo del trío de Robert Glasper como la más memorable del certamen de este año. Sencillamente magistral el concierto ofrecido por un pianista que borra las fronteras entre el clasicismo y el modernismo a fuerza de genio, de inventiva, de atrevimiento y de puro talento.

Tras revolucionar el mundo del jazz con su proyecto The Robert Glasper Experiment, con el que entregó dos prodigios de jazz futurista contaminado de electrónica y pulsión hip hop, los álbumes Black Radio (Blue Note, 2012) y Black Radio 2 (Blue Note, 2013), el músico texano ha rescatado a los antiguos compañeros con los que grabó sus primeros discos para Blue Note, el contrabajista Vincente Archer y el batería Damion Reid, excelsos ambos y a la altura de la audacia de su líder, para volver a un planteamiento esencial de jazz atemporal, en su formato más básico y escueto, con el que ha grabado su reciente Covered: The Robert Glasper Trio Recorded Live at Capitol Studios, base de su actuación almuñequera.

Eso en lo formal, porque la música que emana del encuentro entre las tres piezas es simplemente arrolladora, un torrente de sutilezas, de ideas y de guiños apenas insinuados a melodías conocidas, ya sean de John Legend o de Radiohead, de Cindy Lauper o de John Coltrane. Podrían ser de tantos otros, porque Glasper juguetea con el intercambio de referencias, tanto cultas como populares, y pasa en un instante de evocar la era del stride, acelerado hasta el vértigo, a cabalgar sobre ritmos robados directamente al drum&bass, influencia directa de su aprecio por la cultura hip hop.

Sin pestañear y sin alardes innecesarios de un virtuosismo que le sobra hasta derramarse. Los temas más logrados del álbum, de I Don't Even Care a So Beautiful; de The Worst al genial mosaico que es In Case You Forgot le sirven para construir, y deconstruir, una propuesta que aparentemente no se desmarca del clasicismo del trío esencial del jazz, pero que es solo una plataforma para la improvisación y el juego, en el que involucra, travieso, hasta al preocupado sonidista cuando busca la nota cuyo armónico va al encuentro del acople, un modo de aprovechar la resonancia eléctrica de amplificar una fórmula acústica.

Una postura absoluta y nítidamente moderna que para serlo no necesita vestirse con los ropajes anchos de los rappers a los que aludió un espectador en busca de la complicidad del músico. Cubriendo su frente con la mano para evitar el deslumbramiento de los focos, Glasper buscó entre las butacas al que gritaba el nombre del malogrado productor de Detroit J Dilla. Daba igual, podría haber apelado a Lupe Fiasco o a la gran Erykah Badu. Su espíritu moderno, rompedor y contestatario también estaban allí, encerrados entre las cuerdas del piano de Robert Glasper.

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