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Moral decrépita, estertor final

Compañía: Los Ulen. Intérpretes: Javier Berger, Chema Álvarez, Rebeca Torres, Rafael Erosa y Paco Tous. Escenografía: Antonio Estrada. Iluminación: José Helguera. Música: Santiago Martínez. Dirección: Pepe Quero. Teatro Alhambra. Fecha: 15 al 18 de diciembre de 2011

El discurso que la compañía Los Ulen sostiene en escena es siempre una porción de sentido, bien medida, que no pierde el tiempo en florituras vacuas. Van al grano estos bufones, una vez más, como la ironía mordaz con la que nos sirven -en su último espectáculo- los estertores finales, el coma moribundo de la sanidad, el sistema judicial, la dignidad política, la justicia social y laboral. Todo un sistema social (que transparenta una moral, una ética) representado en la figura de tres moribundos en la UVI: un marqués corrupto y pendenciero, una secretaria de juzgado apuñalada y arrojada al vacío desde un balcón, un obrero de la construcción mejicano y sin papeles con un brazo amputado y malherido en un accidente laboral.

UVI (zona cero) es el humor ácido, grotesco y lúcido como en otras ocasiones, otras piezas -El mundo de los simples; Maná, Maná (El regreso)- alcanzando siempre a la realidad, lo real, mostrando el límite, ese que espanta, que no queremos ver, a través de la pirueta distanciadora por excelencia: la risa, el chiste, el humor. Que todos los personajes, incluido el personal hospitalario cojee en esta historia, es una transmutación chistosa que desplaza la amoralidad reinante a una tara física, un trazo grotesco en la caracterización. Que la monitorización de los pacientes incluya su cuenta bancaria, que un inmigrante responda al apellido de Simancas, y que los recortes presupuestarios de la sanidad impliquen entre las labores de una médica las propias de un albañil, son cuestiones de este más allá delirante que propone UVI (zona cero).

La escenografía y atrezzo siguen el mismo trazo de la cuidada caracterización de personajes: inventan una visual atractiva a mitad camino entre el referente real y la burla, el sarcasmo. Camillas balancín que catapultan enfermos a la vertical; planchas (de ropa) desfibriladoras; sueros de colores inauditos. Salvo un par de tiempos muertos en el ritmo (entrado ya el espectáculo), los diálogos ágiles, de humor elocuente van dando paso a una trama, algo rocambolesca, que justifica situación y enlaza entre sí a los personajes. Igual que en otras piezas, no falta en UVI el momento decididamente humorístico y musical, la canción-consigna-divertimento que como tal guiña el ojo a Brecht y a la vez, al pop-kitsch de Mónica Naranjo: el delirio del moribundo cantando Sobreviviré.

UVI lleva un paso más allá la desmembración del Estado del Bienestar y con él, el código moral que lo sustenta; una auténtica zona cero (como se subtitula la pieza) en la que ni siquiera funciona el individualismo capitalista del "sálvese quien pueda". Espectáculo premonitoriamente feroz y en la misma medida, vitalista irreducible.

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