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Multas por pecar en verano

  • El escritor Daniel Blanco habla en su nueva novela de un congreso que se celebró en los 50 para frenar "la invasión desnudista de extranjeros"

Año 1951. Las autoridades franquistas piden al Episcopado que se publique un catecismo sobre moralidad en playas, piscinas y márgenes de los ríos. Se considera fundamental la separación de sexos en los baños o que se prohiban terminantemente los bailes en las playas y piscinas para salvaguardar la decencia. Son los años 50, donde planea el cinismo en torno a una moralidad que vuelca en una doble moral. Por un lado, la necesidad de atraer la inversión extranjera a través del turismo, y por otro lado y al mismo tiempo poner cerco al quehacer de los españoles.

El escritor Daniel Blanco (Moguer, 1978) confiesa que se le encendió la bombilla, o se le hinchó la vena periodística, cuando leyó en un libro acerca del I Congreso Nacional de Moralidad en Playas, Piscinas y Márgenes de ríos. No recuerda el nombre de aquel libro, pero aquello fue lo que inspiró su nueva novela, Los pecados de verano (Ediciones B), una ficción acerca de una familia que vive de cerca aquel congreso y la normativa que el Franquismo estableció para los españoles que acudieran a las playas y a las piscinas, también un libro acerca del deseo y la frustración del mismo. "En 1951, en una dictadura franquista con las fronteras cerradas y en una autarquía severa, tenemos las arcas del estado casi sin dinero. Se dan cuenta que a los turistas les gusta esto: el clima, el mar, la forma de vivir. Franco dice 'vamos a potenciar España como país turístico, que entren', pero vamos a proteger a los españoles de las costumbres de los extranjeros". Para ello, el dictador prohibió expresamente que se multara a los extranjeros a raíz de la sanción que recibió una turista inglesa y de la que se hicieron eco los medios internacionales. "Es esa doble moral de que vengan y nos den publicidad y dinero. Y por otro lado, vamos a tener a los españoles absolutamente cohibidos", cuenta el escritor Daniel Blanco que dejó el periodismo porque quería dedicarse a la ficción.

El padre de la familia que protagoniza la novela es uno de los invitados a aquel congreso sobre moralidad. "Lo que pasa en ese congreso es absolutamente real, pero los personajes son ficticios, viven en un pueblo del interior y todos van a la playa porque el marido es uno de los ponentes del Congreso de Playas y Piscinas. Es una historia de cómo el mar transforma a todos de una forma u otra, cómo el escenario de libertad que se dibuja en una playa provoca en ellos algo que hace que nunca vuelvan a ser los mismos", afirma el escritor nacido en el mismo pueblo que Juan Ramón Jiménez.

Aquel congreso tenía como objetivo mantener una supuesta moralidad y decencia de los españoles. Para ello incluso se creó una policía que recorría la playa vigilando el cumplimiento de normas. "En este primer congreso de moralidad se dan cosas tan curiosas como separar los baños por sexos o la creación de una brigada de las costumbres y de la moral: una policía que recorría la orilla midiendo la longitud del bañador de la mujer. Esa es la imagen de portada del libro", dice Parra acerca del contexto histórico de su novela. ¿Cuáles eran las multas a las que uno podía enfrentarse en la playa? "El que iba con el bañador un poco más corto se podía enfrentar a una multa de hasta 40.000 pesetas que son como unos 20.000 euros, y además su nombre salía en el periódico al día siguiente como alguien denunciado por escándalo público".

Daniel Blanco pasó seis meses documentándose acerca del congreso de moralidad y también sobre las costumbres de la época. "Es la época en la que lo importante es parecerlo y no serlo, en la que los hombres no podían coger el cigarro con la mano derecha, no podían usar el paraguas porque se consideraba que iba en contra de su masculinidad y las mujeres no podían silbar, por ejemplo". De la misma forma, esta novela trabaja en una doble dirección, como el autor reconoce: ver cómo "esa generación de los 50 se defendía o buscaba las emociones", y tratar de "darnos cuenta de que las emociones siguen siendo las mismas".

Además , el libro aguarda las inquietudes del escritor por entender hechos de su entorno y de una generación que se nos presenta casi como prehistórica, pero con la que estamos conviviendo. Explica Daniel Parra que con su novela Los pecados de verano pretende enfatizar con la generación de nuestros abuelos y bisabuelos. "Hay mucho de mí, de mi familia y de mi infancia. No crecí en esos años, pero sí he pasado muchos veranos con mis abuelos y, por ejemplo, me causaba mucha impresión cómo mi abuela medía el tiempo de cocción de los huevos en padrenuestros".

Daniel Blanco creó la novela a partir del hecho, la celebración de un congreso que convocan autoridades franquistas y eclesiásticas y en el que, entre las conclusiones recogidas en un folleto -que consiguió el escritor en subasta-, se lee: "El Congreso cree muy oportuna la organización, por la jerarquía, de una gran campaña nacional de decencia". Una historia de otros veranos en un buen tiempo para refrescar la memoria.

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