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Netflix, Amazon y el cine de autor

  • André Guttfreund, el único salvadoreño que cuenta con un Óscar, visita Cines del Sur para dar a conocer los proyectos cinematográficos que se están realizando en Centroamérica

El productor y director participó ayer en un coloquio en la carpa de Plaza Bib-Rambla.

El productor y director participó ayer en un coloquio en la carpa de Plaza Bib-Rambla. / María de la Cruz

André Guttfreund es el único salvadoreño que ha ganado un Oscar, aunque él está deseando pasar a ser el primero. A esa tarea ha consagrado la mayor parte de sus esfuerzos desde aquella noche de marzo de 1977. Este hombre alto, extraordinariamente amable y con un torrente de conversación, visita estos días Granada para participar en el Festival de Cines del Sur y charlar sobre la necesidad de crear una cinematografía centroamericana, un proyecto que se mira en el espejo de la conquista Mexicana de Hollywood.

Aunque lo que sucedió esa noche supone un antes y un después en cualquier currículum cinematográfico, curiosamente, tras el Oscar como productor por el corto In a Region of Ice (1976), tuvo muchos problemas para lograr poner en marcha su primer largo.

El encargado de entregarle la estuílla, con los nervios de la gala, olvidó leer las nominaciones, abrió el sobre y dijo directamente su nombre y el de Peter Werner, el compañero con el que se unió para adaptar a las pantallas de cine el cuento de Joyce Carol. "Nosotros subimos al escenario y dije el nombre de los otros candidatos, que era lo mínimo que podía hacer. Se ve que aquello que debía ser normal no lo era y nos empezaron a llamar los responsables de los estudios para reunirse con nosotros", explica el cineasta.

Sin embargo, la mezcla de ingenuidad y cabezonería frenó su posible desembarco en Hollywood. "Íbamos a los despachos con las novelas de Carol debajo del brazo", recuerda sobre su peregrinación durante dos años para adaptar una novela de la escritora estadounidense, pero sus propuestas eran demasiado artísticas. Eso provocaba hasta el enfado de los mandamases de los estudios porque cuenta que se sentían obligados a hacer "el papel de filisteos" rechazándolos: les decían que para el corto podían votar lo que ellos querían porque no había mercado pero para un largo tenían que hacer algo más comercial.

Aquel joven que triunfó con un trabajo que era prácticamente un proyecto de graduación de sus estudios de teatro y cine aprendió la lección de la industria, la misma en la que ahora se mueve con soltura tras cuatro décadas trabajando como productor y como director, dos facetas que asegura no haber mezclado nunca. "Yo soy más director creativo, una figura que existía antes, en los años 40, y luego desapareció. Es importante tener las dos visiones, por eso nunca produzco las películas que dirijo y a la inversa". También ha compaginado el cine con la televisión, terreno en el estrenó su primer largo sobre la historia de una campeona de biatlón a la que secuestraron e intentaron matar y para el que también ha producido y dirigido series.

Además, esas lecciones que él ha aprendido durante cuatro décadas las intenta ahora transmitir a las nuevas generaciones de talentos cinematográficos de Centroamérica con una aportación muy especial: "Las escuelas con hechura", en las que la enseñanza va ligada a la producción y rodaje de proyectos audiovisuales para ir creando una industria.

Él está convencido de que el cambio que ha experimentado el sector con la irrupción del digital y las nuevas plataformas de difusión como Netflix y Amazon no sólo ha cambiado el panorama, lo ha revolucionado, lo ha "democratizado". Y sobre todo, al abaratarlo facilita enormemente la financiación de proyectos de autor. "Ya cada estudio tiene un 'miniestudio' dedicado a la financiación de este tipo de películas o series", afirma sobre un hecho que hace 40 años era impensable. Reacciones como la del pasado Festival de Cannes cree que son pataletas "por esnobismo" pero el progreso es imparable.

Todo es un suma y sigue que está permitiendo crear la ansiada industria cinematográfica de su región, para la que ha conseguido fondos tanto por parte de la ministra de Cultura salvadoreña como del alcalde de su ciudad, algo que logró explicándoles su máxima: "El cine no es una diversión, es una inversión".

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