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Noche de clasicismo e ímpetu

Músicos: Primera parte: Gabriel Moreno (cante); Rafael Santiago (guitarra). Segunda parte: Rafael de Carmen (baile); José Valencia y Manuel Tañe (cante); Juan Requena (guitarra); José Carrasco (percusión). Lugar: Corral del Carbón. Aforo: lleno. Fecha: jueves, 6 de agosto de 2009.

Desde la estética hasta las formas, Gabriel Moreno es un artista clásico. De estilo añejo y respetuoso con el público, mantiene la compostura, si no fuera por una dudosa infección de nariz y la golosina en la boca. Anuncia los cantes, como antaño, y espera un guitarrista que se le adapte. Rafael Santiago Habichuela es el tocaor elegido para seguirle los pasos, a veces con dificultad, y amortiguar su trayectoria.

¿Cómo es posible ir a peor? El cantaor linarense comenzó con unas malagueñas muy ajustadas y sensibles, seguidas de "un cante por seguiriyas" igualmente profundo y coherente. Pero continuó por los tangos Las tejas de tu tejado, perteneciente a una de sus grabaciones. Como quien se sabe la lección de memoria, recitó los tangos sin gracia y sin atender al acompañamiento, creando una situación surrealista, en la que cada cual iba por su lado. Esto lo remató con unas tarantas fuera de tono, que subsano, salvando completamente su recital con una nueva y extraordinaria taranta, dedicada a su madre.

Rafael de Carmen es un bailaor impetuoso. Su gran fuerza viene justificada por su sentido del ritmo, por su compás y sentimiento. Sus propuestas parece que no están cerradas. Escucha la música, y de sus compases, saca la inspiración momentánea. Improvisa, como el camino de Machado. Tiene elegancia y temple. El bailaor sevillano comienza con tanguillos y tangos. Está de vuelta, su sonrisa lo delata. Un buen cuadro a sus espaldas aplaude sus incursiones. Manuel Tañe y José Valencia al cante; Juan Requena a la guitarra, que, con su sensibilidad extrema, nos regala en solitario un bombón en forma de granaínas; y José Carrasco en la percusión, como muestra de su época con Manuela. La soleá es uno de sus platos fuertes que le reconocemos como bailaor, maestro y coreógrafo. Y, en las alegrías, para terminar, hace lo que quiere. Se mete al público en el bolsillo y se lo lleva de fiesta. Tan fresco como entró hace mutis al final.

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