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Patricia salvó el estreno

No puedo precisar el tanto por ciento que influye un buen cuadro en el éxito de una bailaora. Lo que puedo afirmar es que unos músicos que dejen desprotegida a una bailaora, que no la arropen como es debido, seguramente precipiten su fracaso. El grupo que acompañaba a Patricia Guerrero en la inauguración del ciclo Los veranos del Corral era inmejorable. Cuando hay entendimiento, complicidad en el escenario, los duendes planean en el recinto.

Patricia comienza por alegrías. Desde un primer momento rellena el escenario, impone su mandato. Tal vez, su preocupación por el paso siguiente hace que comience tensa y con movimientos bruscos, que se dulcifican a manera que las cantiñas avanzan. Se echa en falta un poquito más de distensión, en el rostro, sobre todo. Debería explotar más su sonrisa. Los músicos están a gusto y disfrutan oyéndose entre ellos. Antonio Campos tiene uno de los mejores días que lo hemos podido escuchar últimamente. De Miguel Lavi soy incondicional. Su voz es tan flamenca que destila a partes iguales almíbar y aguardiente. David Carmona y Luis Mariano llevan tocando juntos poco tiempo, pero se entienden a la perfección. Acolchan el cante, creando ese soniquete especial del que los guitarristas granadinos hacen gala.

La bailaora granadina, con pantalón y chaquetilla, sorprende al respetable. No es habitual, pero el resultado lo merece. Patricia termina con unos tangos de Granada exclusivos que aquí se escuchan y se bailan como en ningún sitio. Y fueron estos momentos con Patricia Guerrero los que salvaron la noche de estreno. Juan José Amador, el cantaor sevillano que abrió la velada, no estuvo a la altura. Tanto él como sus acompañantes, excepto la honrosa guitarra de Juan Requena, dejaron mucho que desear. La percusión sobraba desde las malagueñas con las que empezó su recital. Los palmeros eran aprendices. La soleá fue demasiado larga y monótona. Por salvar algo, las seguiriyas obtuvieron mejores resultados. Un cantaor poco esforzado y con límites evidentes que terminó por bulerías. Se equivocó de plaza.

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