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Poema escénico

Teatro. Compañía: Remiendo Teatro. Texto: Gracia Morales. Interpretación: Carlos Gil Company. Espacio escénico: Mariona Julbe. Diseño gráfico, vídeo y fotografía: Joaquín Casanova. Música original: Jaime Serradilla y Mar Barea. Iluminación: Fernando M. Vidal. Dirección: Antonio H. Centeno, Ayudante: G. Morales. Lugar: Teatro Alhambra. Fechas: 20 al 22 de enero de 2012.

Lo real, en su sentido y dimensión trágica, brutal, raramente se consigue subir a escena, nombrar, sin que lo acompañe la sombra de la impostura, el aire de lo fingido, el "como si" haciéndose pasar por lo real. Esta cuestión que es clave en los mecanismos de ficción escénica y narrativa teatral, no tiene lugar en el reino y parangón de la verosimilitud, el cine. La dramaturga, poeta, actriz y fundadora de la compañía Remiendo, en su afán de decir la verdad (que diría Brecht) o de mostrarnos las cosas que no queremos ver, ni oír (que diría Lorca) se enfrenta, en su escritura teatral, sistemáticamente (por los temas elegidos -los desaparecidos en guerras o dictaduras, los malos tratos, la muerte rondando la vejez, etc-) a esta cuestión clave, a este reto creativo.

Un horizonte amarillo en los ojos, la obra con la que inaugurara compañía profesional junto a su equipo en 2004, y que ahora vemos en esta su segunda puesta en escena, lo hace con un empaque visual y escenográfico decididamente más complejo, elaborado, mejorado. Las imágenes, rodadas en Super 8, de Joaquín Casanova, y la música original compuesta por J. Serradilla y Mar Barea, sirven muy bien a una narrativa espectacular siempre a mitad camino entre el verismo naturalista -en el que se dirime la interpretación del actor, el atrezzo escenográfico, la música al pie de letra- y por otro lado, el código más poético -que salpica sin duda todo el texto, la proyección de imágenes nunca estrictamente ilustrativas, la iluminación.

Un horizonte… no deja de ser de principio a fin una suerte de poema escénico monologado de un outsider -un vagabundo que deambula sin rumbo, aferrado a un puñado de tierra que carga en sacos-, por un paisaje/contexto incierto pero que se apunta igual de outsider, apocalíptico. La pieza se construye estrictamente desde la metáfora, completamente al margen de la ciencia ficción, desvelando poco a poco un personaje de pasado trágico, violento. El tono principal es el coloquial, sin afectación ninguna, y sin embargo también plagado de lirismo. La dramaturgia se sirve del bien del recurso dramático que hace pasar el monólogo por un diálogo con un interlocutor ficticio (al que se dirige el personaje pero que el espectador no ve), en la medida en la que el personaje da pie a la interpretación de éste, el supuesto joven al que se dirige y que le acompaña, como delirio. En la ficción, la conversación de Un horizonte amarillo en los ojos dura el mismo tiempo en que cae la noche y se cede al sueño tras ponerse el sol. Lo real a lo que apunta la pieza, tal vez se abrace más que en otras, al ser abiertamente un real supuesto. Un feliz reestreno.

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