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Poética y poesía innovadora

  • 'Tigres en el jardín' de Antonio Carvajal cumple 40 años con poemas que conllevan la trasmisión de lo sensible, pero también una sonora iluminación creativa

Aprendí a domar la gubia y el formón, atraje hacia mí un cuarterón de pino veteado, calcando en su cuerpo aquello que otra mano había pintado. Y… con la materia, con el hierro y el cuerpo de ese árbol derribado por el hombre, intenté acercarme a la creación que con las manos ejecutaba a través del cerebro. Salió mono el marco del espejo, así como la mesita de su base, coqueta; y con tesón, con la fe del trabajo, vi cómo el hombre con herramienta y la materia, a veces, consigue embellecer su entorno. Pero mi intensión no era embellecer mi entorno, deseaba embellecer el interior de un pensamiento donde se acumulase la voz del poema, la voz de quien medita, y medité mientras leía de otra alma la savia de la rima o la elipsis que insinúa lo que nos vence a la belleza y nos redime.

E intenté como el Tigre que devora su pieza en ese Jardín de un Parque Natural donde lo cuidan, acercarme a la creación sin materia, sólo con la palabra, con el instinto, como la fiera que emerge de un calenturón sanguíneo, o esa placidez de la pieza cuando ya abatida, se siente dominada por la Naturaleza y muere.

Y también sopesé la enardecida voz de la conciencia cuando uno quiere llegar a un lugar sagrado: a la lumbre que opaca deja en la creación un hálito de una intimidad ungida en la palabra, en el verso que alienta a ser solamente inicio donde el alma retiene la emoción concebida, la palabra sembrada, y…

Ante el primer Clima donde "estas suaves vagabundas lentas olas, gotas primaverales sobre un rumor recién inaugura-do", llega. Aparece el inicio de una voz que se encuentra rompiendo tempestades a punto del suicidio, y seduce, y crea, e innova, y nace entre la lírica caduca por el uso, una rama distinta de un distinto saberse en el poema, de acentos y comas atrevidas, de insinuados y prácticos hemistiquios en los que su cesura alcanza a veces una sola sílaba o dieciocho arracimados vocablos en los que fluye la música del verso dejando el clásico soneto como arcángel que juega con Luzbel al pasado glorioso de lo perfecto, pero el tiempo se viste de nuevas concepciones.

Y así como el tallista que toma su herramienta y por placer quiere hacer su trabajo con soltura, el poeta, el que con la palabra solamente y un poco de su sangre dulcifica su entorno, en esas cuarenta y una escalera de plácidas cadencias, aparecen al canto del silencio, el rotundo placer de lo creativo, mientras devoran los tigres los pétalos sublimes de la rosa y en el jardín florecen las nuevas concepciones del poema, la emoción que arropa, el efecto que indica la nueva voz de quien suspira por domar al conjunto de la obra, a la obra en sí, ya que de ella, la vida de su autor es la herramienta para llegar "al temblor de ese pájaro que es todo escalofrío".

Y como un escalofrío y el paso del tiempo con cuarenta años esculpiendo el verso desde ese Tigres en el Jardín, han ido cayendo en mis manos de lector la obra y los libros hasta ese diminuto y grande en la esencia de su fruto Una canción más clara. Lo que quiere decir que, soy carvajaliano en mi lectura poética cuando quiero llegarme a la lírica y, desposar en ella lo que transmite el verso, el sonido que, como Palabras en la tierra: "Sunt lacrimal rerum. Son de los ojos lágrimas".

El enlace de las Generaciones (en las que no creo) -salvo en la excepción del tiempo-, depende de la concepción de tu entorno y de la enseñanza emocional de lo leído. La clara presencia de Antonio Carvajal como poeta, ha separado y superado el concepto de poesía que, a lo sumo, como dijese el gran maestro sevillano: "ha de estar implícita en la obra", en la que, todo es una experiencia acumulativa y, una droga enfermiza para moralizar lo que la vida tiene de inmoral por deformación del ser humano, que es como decir o acumular: el desprecio a la materialidad y la desesperada opción a encontrarse con la subjetividad del poema; o sea, no al prisma sensorial del místico, o el vano ejecutor, sino al rastreador de motivaciones: el poeta y su lenguaje.

Al poeta no le cabe más que hacer poesía, que es su deber y hacerlo sin que nadie se lo pida, y ante ello, crear su voz propia y definirse con y ante su conducta, que por ella y ante ella, se hace poema el susceptible valor de la emoción conseguida.

Cuarenta años de actividad creadora en el poeta Antonio Carvajal, resumen, en primer lugar un consumado motivo de creerse poeta, también de sentirse seguido por los escasos lectores de poesía, por los muy escasos conocedores de los que significa la poesía dentro de la oscura mentalidad del ser humano. El poema conlleva la trasmisión de lo sensible, pero también de su ciencia, de su matemática y sonora iluminación creativa, y eso, conseguido por nuestro comentado, es el motivo con el cual intentamos reconocer nuestra adicción a la belleza escrita, a lo conseguido durante esos años en los que han ido apareciendo los "hijos" de su conciencia poética donde descansan libros como Serenata y navaja del que creo ser ahijado en sus sonoros y alegres arpegios construidos mediante la ya si experiencia innovadora de sus versos.

Aprendí despacio al susurro de la página que induce a su lectura, leí con devoción y con paciencia, y con la voz oculta y con el tiempo, supe que la poesía llenaba en mí el aljibe de una conciencia que escondo entre la gubia, el vino y ese amor a todo en que he vivido.

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