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Polonia, tan cerca, tan lejos

  • Cuando se publicó en 1962, 'La jungla polaca' estaba compuesto por una veintena de aproximaciones a la crudísima realidad nacional de principios de los 60

Aprisionado entre Alemania y Rusia, dos gigantes tragaldabas, Polonia se ha visto en la necesidad de hacer del orgullo patrio una de sus principales armas. Argumentos no le faltan. Polonia es una tierra con un importantísimo fermento cultural y ha dado nombres de primer orden a las ciencias, las artes y las letras de Occidente, aunque demasiado a menudo éstos hayan tenido que buscarse las habichuelas fuera de casa; lo habitual es encontrar lejos del hogar a sus hijos más celebres. Francia hizo suyos al músico Fréderic Chopin, a la científica Marie Curie o a los cineastas Roman Polanski y Krysztof Kieslowski, mientras Inglaterra se quedó con un maestro de narradores, Joseph Conrad. Quizás por su idiosincrasia, quizás por sus ajetreada Historia, uno lo siente cercano y afín. A ello han contribuido figuras como la de Ryszard Kapuscinski (1932-2007), inmejorable embajador de un país que uno imagina abierto de brazos. No creo que Kapuscinski necesite presentaciones, sí La jungla polaca, que fue su primer libro y, en cierto sentido, también es el último.

Me explico: Cuando se publicó en 1962, La jungla polaca estaba compuesto por una veintena de aproximaciones a la crudísima realidad nacional de principios de los 60. En la segunda edición, dichos textos se redujeron a diecisiete y en la tercera a dieciséis, en una poda que, en algún caso, se hizo para no herir sensibilidades y, en otros, porque el autor desconfiaba de la calidad de esas páginas descartadas. O eso dijo. En la cuarta edición, Kapuscinski no quitó, sino que añadió una extraordinaria pieza, Ejercicios de la memoria, con recuerdos de cuando la bota nazi humillaba Polonia, siendo él niño, y en donde hallamos un testimonio sobrecogedor: "cuando callaron los cañones y dejó de oírse el estruendo de las bombas, cuando de pronto se hizo silencio, ese silencio me pilló por sorpresa, no sabía qué significaba. Un adulto, al escucharlo, tal vez dijese: 'Se acabó el infierno. Por fin ha vuelto la paz'. Pero yo no recordaba qué era la paz, era demasiado pequeño para recordarla: cuando se acabó la guerra, yo no conocía más que el infierno". La primera edición póstuma del libro, ahora, ha recuperado los textos que fueron perdiéndose por el camino y ha sumado al lote Paseo matutino, un inédito publicado en la prensa dos días después de muerto el autor. La jungla polaca, primer título en el haber de Kapuscinski, es al mismo tiempo un libro nuevo.

La panorámica es forzosamente más amplia, pero ¿qué entra en el cuadro? Historias pequeñas de gentes también pequeñas, anónimas, ignorantes del mundo e ignoradas por éste. La jungla polaca despliega un abanico de tragedias minúsculas -pero enormes para quienes las sufren-, nimios reveses de la Historia, jugarretas de la Fortuna en las que siempre salen peor parados los más indefensos. Kapuscinski acostumbra a ponerse de su parte, mirarlos a los ojos y hacer suyo el dolor de ellos. Además de la empatía, además de esa necesidad de hallar el pálpito humano en los pliegues de la anécdota, hay asimismo casi una pulsión por documentar de la manera más fidedigna una realidad a veces ingrata, a veces no. Hay historias terribles y también algunas crónicas hermosas, solares, como aquélla del campesino que siembra patatas y cereales en el campo donde se libró la batalla de Grumwald; cuando el joven reportero le habla de las huestes que se enfrentaron allí siglos atrás, por un instante, el tipo teme que aparezcan esos soldados de antaño y le destrocen la cosecha.

Ryszard Kapuscinski, que combate en varios frentes, se debate en alguno con mayor insistencia. En varios textos salta a la página la preocupación por el modo en que la juventud dilapida ese superávit de energía que da la edad; se imponen varios imperativos: mayor educación, más compromiso con la sociedad, menos juergas, menos timbas, menos alcohol, etc. El libro consigue trascender sus coordenadas geográficas y temporales y ciertas verdades de ayer tienen una aplicación inmediata en estos tiempos de crisis. Tomen nota de esta advertencia: "Siempre es así -escribe Kapuscinski-: a menor cantidad de dinero, mayor necesidad de contarlo".

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