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Puertas de La Habana

  • Jesús Conde invita a entrar en los mundos íntimos de la ciudad cubana, con cielos de color tabaco y una sensación de espera

Cree, como Pessoa, que viajar por el mundo es viajar a uno mismo. Por eso Jesús Conde es Siracusa, Tombuctú o San Petersburgo... A La Habana el pintor le debía una sensación extraña, más emocional que artística o viajera. De La Habana se sentía de alguna forma emigrante porque, "de pequeño", escuchaba de su abuelo y un vecino "descripciones increíbles". Soñaba con ella y se la imaginaba "color tabaco". Era un paraíso sin inviernos largos y una ciudad de soportales y columnas, donde -como decía Picasso- los colores hablaban. Así, por fin, ahora Conde es también La Habana y sus puertas invitando a entrar en su mundo íntimo.

El Centro de CajaGranada en Puerta Real expone hasta el 27 de marzo La Habana, una muestra que recorre en medio centenar de pinturas su arquitectura y su gente y donde Conde incide en las razones que hacen de La Habana una ciudad que si no existiera habría que inventar. "Dicen que sería la ciudad ideal que harían los hombres. No los reyes ni los arquitectos".

La exposición no se ha llevado a cabo a partir de una impresión ligera y precipitada, sino que es fruto de tres viajes que el artista realizó en 1997, 2003 y 2009. Por eso es también "un viaje en el tiempo" y sus diferentes etapas políticas y sociales, siempre teniendo en cuenta que el sistema cubano ha sido siempre "muy poco cambiante". Se nota en las imágenes desde la pobreza absoluta que vivió tras el 'abandono' de Rusia hasta la actual, "un poco más aperturista".

Cuando llegas a La Habana, cuenta Conde, "ocurre que todo el mundo te es familiar. Son extrovertidos, abiertos. Hay un montón de gente que deambula por la ciudad, la disfrutan, la viven, se saludan... pero también, ya sea por la situación política o la económica, parece que están esperando algo, un cambio o una transición". Así los ha pintado, deambulando por sus calles pero en posición de espera.

Junto a ellos, de nuevo las puertas. Revive el artista con este elemento de las casas esa sensación de "niño chico. Cuando pasas por ellas te imaginas quién vive, cómo... Es un lugar prohibido, que separa lo público de lo privado". Le encantan en cada ciudad por la que ha pasado y es protagonista de sus pinturas, porque las puertas le trasmiten un sentimiento de melancolía. "Las puertas de La Habana son la España que no pudimos ser, con su pintura espectacular, ecléctica y hasta de mal gusto... como su cementerio. Sin embargo, creo que es el único lugar en donde a cualquier turista no le importaría morirse".

Vuelve a destacar Conde como un gran pintor de la luz. En realidad, "la pintura es una mentira bien contada", dice. Él primero hace bocetos y anotaciones durante sus viajes y luego, tras un proceso de estudio, los pinta en Granada. Utiliza el dibujo y la fotografía en lo arquitectónico pero "la luz y el color me lo invento". Es, al final, una suma entre la luz real y la luz interior.

De ahí que esta Habana que él enseña tenga el color tabaco y dorado de sus sueños de niño.

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