Crítica de Cine

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Bella Thorne encarna a una fotosensible aspirante a cantautora.

Bella Thorne encarna a una fotosensible aspirante a cantautora. / g.h.

Con un argumento que parece extraído de cualquier mala canción pop adolescente, remake norteamericano de la cinta japonesa del mismo nombre de 2006, Amor a medianoche despliega sin pudor alguno esa sensibilidad ñoña, blanda y empalagosa solo apta para ojos con ganas de lloriqueo barato.

Se trata aquí de escalar las etapas del romance condenado y trágico entre una chica (Bella Thorne) con aspiraciones a cantautora aquejada de una extraña enfermedad fotosensible que le impide hacer vida diurna, y el muchacho ideal salido de un anuncio de Tommy Hilfiger que, con las hechuras y las nulas dotes interpretativas del vástago de Schwarzenegger, la rondará por las noches (las noches más castas y cursis de la historia del cine) entre estampas de pasteleo en el coche, paseos cogidos de la mano, canciones a la guitarra y baños en ropa interior a la luz de la luna y las estrellas.

Resulta altamente improbable que ni la más cándida jovenzuela enamoradiza pueda comulgar o identificarse a estas alturas con semejante y vetusto registro romántico, en un producto soft, altamente retrógrado e involuntariamente autoparódico que enjuaga el amor y el drama juvenil en un paño de lágrimas de cocodrilo.

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