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Soledad del actor

Compañía: Proyecto Handke. Texto: Antonio Álamo (Accésit Premio SGAE de Teatro 2009). Intérprete: Josu Eguskiza. Espacio escénico: Proyecto Handke. Vestuario: Astore. Iluminación: A. Alonso. Proyecciones y fotografía: Agustín Hurtado. Música, puesta en escena y dirección: Ramón Bocanegra. Teatro Alhambra.

Como el portero a su portería, en la partida teatral el texto no vale nada sin una buena defensa a ultranza desde la puesta en escena y su caja de resonancia, el actor. Otra cuestión muy distinta es su valor y autonomía en su dimensión literaria, la lectura privada. Ahora, nos ocupa, la teatral. En la puesta en escena de la compañía Proyecto Handke del texto Patadas, de Antonio Álamo (Accésit Premio SGAE de Teatro 2009) no sobresalen ni la impronta visual ni la textual, al espectador le llega bien la idea -interesante- que pivota la pieza, pero no el espectáculo. La buena idea: discurrir sobre la radical soledad del sujeto, su posicionamiento frente al "vacío existencial" que implica el solo; y el juego de fuerzas con el otro, como adversario o adversidad. Pero al materializarla queda borrosa, diluida en un solo tono.

Sobre la imagen del la novela de Peter Handke, Álamo inventa para la escena el monólogo sobre El miedo del portero al penalti, en boca del portero y además, in situ. Y en escena, ahí están, frente al espectador: el suelo escénico como campo de césped, la portería reglamentaria al fondo y centrado frente a ella, el portero mirándonos -valga la redundancia- temeroso, frente al penalti y dispuesto a hablar.

Habla, desde luego, durante 60 minutos y reproduce patadas, paradas, la vigilancia casi estática previa al movimiento veloz, toda la serie de movimientos propia y reconocible del portero en acción. Pero la pieza no despega, no hay vuelo poético en la narrativa visual, ni rastro de un solo elemento o recurso escénico que incorpore una pizca de extrañamiento a la literalidad. Mucho más rica hubiera sido una puesta en escena que estéticamente recreara el delirio del monólogo interior, puede ser una ralentización de movimientos, un efecto lumínico, un dar a ver en escena la distancia insalvable entre lo que se ve y lo que se piensa; la verdadera partida se juega en la cabeza del personaje. Algo que me da por pensar a mí, pero que no dice ni deja ver la escena.

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