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Sólo para iniciados

  • El Zaidín Rock se estrena ante un público deseoso de heavy metal aunque no muy numeroso que parece estar reservándose esta noche para Los Delinqüentes

Un especialista es aquel que profundiza en un campo lo más delimitado posible. Por eso se dice que la especialización consiste en saber cada vez más sobre cada vez menos y que su culminación se logra cuando se llega a saberlo absolutamente todo sobre absolutamente nada. La primera noche del controvertido Festival de Rock del Zaidín no llegó a tanto pero le faltó poco. En una edición crítica, tal vez cuando más necesitado está el certamen del apoyo del público, un cartel demasiado centrado en un estilo muy particular lo despobló de asistencia.

Ahuyentados los curiosos por una propuesta apta solo para militantes metaleros, cuando los asturianos Avalanch, que ejercían de cabeza de cartel, comenzaron su actuación, el número total de asistentes apenas llegaba a la mitad de los que el año pasado a esas alturas nutría el recinto. Ya se sabe lo que pasa con el heavy y sus derivados. Tanta lealtad como despierta entre sus militantes, tanta indiferencia o desapego provoca en los que no lo son. Seguramente un cartel más variado estilísticamente habría paliado en parte este problema.

Lo que no cambió fue el duro trago al que se enfrenta cada día el grupo designado para abrir la noche. Apenas unos cuantos allegados y fans incondicionales ofrecen una estampa algo disonante. Un mega escenario y miles de vatios para unas pocas decenas de personas diseminadas por un espacio capaz de albergar a varios miles. El trance lo tuvieron que superar en esta ocasión los locales Sexton's Orchids, un experimentado grupo adscrito a algunas de las tendencias más extremas del metal, el thrash y el death, y suplieron la escasa presencia de oyentes con entrega y la precisión que se les supone a un género que vive por y para el virtuosismo.

Tras ellos llegó el turno de los también granadinos Euphorya. Su planteamiento está bastante más cercano al rock de los clásicos y al metal progresivo que huye deliberadamente de los sonidos oscuros y las voces guturales tan características de las propuestas más radicales del metal, y por tanto, resulta más fácilmente digerible para los ajenos al heavy. Además, la voz de su cantante María José Bonet, de clara dicción, facilita la comprensión de sus letras. Con un repertorio basado en su álbum más reciente, Las cartas de Vincent, inspirado en la relación epistolar entre el pintor Van Gogh y su hermano Theo, dejaron un buen sabor de boca antes de dar paso a uno de los más veteranos exponentes metaleros de la escena local.

Azrael fueron recibidos con ganas y el grupo respondió desplegando toda su espectacular puesta en escena. Orgullosos de su pertenencia al heavy metal más clásico, hicieron volar sus pobladas melenas al viento mientras desarrollaban todos los clichés del género sin ningún pudor: marcando los tiempos con contundencia y todos a una, haciendo punteos vertiginosos y redobles a mansalva.

Sin demasiado retraso tomó el escenario Avalanch, otros veteranos que se mueven con soltura entre el heavy metal clásico de querencia progresiva y algunos incursiones en tendencias más modernas de corte más industrial o power metal. Como una de las bandas más contrastadas del heavy nacional, un nutrido grupo de seguidores coreó sus canciones, mientras los no alineados sencillamente se ahorraron el paseo hasta el Zaidín en su primera entrega. Veremos que sucede mañana.

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