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Soñar con las manos

Sobre las músicas de: 'La Boîte à joujoux', 'The Children's Corner' y 'The Little Negro' de Claude Debussy. Compañía: Etcétera. Intérpretes: [Actores]: C. Vegal e Y. Martínez. [Manipuladores]: C. Montes, M. Rubio, O. Ruiz y J.L. Villegas. [Músicos]: B. Bofarull, A. Pujana, I. Cortadillas, M. Ramos, V. Popovic y E. Camarasa. Dramaturgia, diseño escénico, vídeos y dirección: Enrique Lanz. Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: 12 de junio de 2010.

A la contra del progreso entendido como sociedad regida por la tecnología punta o la novedad mercantil está -dice Etcétera con sus manos, esto es, con sus títeres- la capacidad de soñar un estar aquí más humano. Atrévete por ejemplo, dicen a niños y a mayores, a soñar una maravillosa tienda de juguetes manufacturados donde otros sólo serían capaces de avistar, en ese mismo sótano, un mero gimnasio con spa.

No es vacua, una vez más, esta lección de ensueño ético y belleza estética que la compañía Etcétera -a punto de cumplir 30 años- viene a orquestar sobre la escena al abrir La caja de los juguetes.

Igual que las muñequitas rusas, La caja de juguetes contiene una historia dentro de otra. Y toda la caja, la dramaturgia, se despliega a partir de las piezas que Debussy creara, entre 1906 y 1913, para niños: el ballet que da nombre a la pieza, La Boîte à joujoux; la suite para piano, The Children's Corner; y el ciclo para piano, The Little Negro.

La historia de dos hermanos adultos que se reencuentran en el viejo sótano donde su difunto padre fabricara historias y títeres, sirve como dispositivo dramático para volver a contarlas, dando entrada y vida a los personajes del ballet pantomima de Debussy: el romántico triángulo amoroso entre la muñequita bailarina, el soldadito de madera y Polichinela. Y la escena se pone a soñar ese par de historias con las manos, como tan bien sabe hacer Etcétera, aglutinando en un solo nivel: a un par de actores, que han de estar atentos para estar de continuo a la altura de sus colegas de madera y trapo; un sin fin delicioso de títeres y juguetes de madera; un pianista a su piano y todo un sexteto de viento, maravillosamente transmutado en ejército o banda de soldaditos de plomo.

Aún siendo tal cual un espléndido espectáculo echamos en falta la ruptura de la imagen estática de la banda de soldaditos, un grado todavía más de interacción entre títeres-actores y músicos; más guiños abiertos al mero juego como el trío de ratitas en el desván que juegan al escondite con los personajes y el espectador; más pantomima y ritmo en los actores; y, tal vez, la aparición de un títere narrador -o la metamorfosis de los hermanos en marionetas o titiriteros- para vivificar la narración de la pantomima que suena un poco pocha contada por el actor. Son sólo ideas, que tal vez sirvan o no a una compañía que sabe sobradamente cómo hacer su trabajo para ponernos a soñar... juntos.

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