Crítica de Cine

Tiburones veraniegos 42 años después

Tras una década rodando películas de terror de serie B moderna (nada que ver con la clásica) destinadas al consumo interno británico, los videoclubes o las más modestas cadenas de televisión, Johannes Roberts logró cierto reconocimiento con la claustrofóbica Storage 24 a la que siguió la pésima El otro lado de la puerta, en la que regresaba a los tópicos más manidos del peor terror. Ahora retoma el motivo claustrofóbico de su menos mala película en versión subacuática. Cuando la sujeción se rompe, dos hermanas no muy espabiladas se quedan atrapadas en una jaula protectora desde la que contemplan tiburones. ¿Querían emociones fuertes en sus vacaciones mexicanas? Pues las encontraron. Los escualos rodean la jaula sumergida a 47 metros de profundidad como si fueran zorros contemplando un gallinero con dos apetitosas gallinas. Y, lo que es peor, la reserva de oxígeno se les agota. Gracias a la eficacia narrativa, que exprime los ajustados medios, Roberts logra su mejor película: una auténtica serie B (moderna) veraniega, entretenida por su habilidad y absoluta carencia de pretensiones, salvo la de hacer pasar el rato sobresaltando de vez en cuando. Cuarenta y dos años después de Tiburón, con el que Spielberg logró que se entrara en el agua con cierta aprensión hasta en Matalascañas (¡y el verano siguiente porque en España se estrenó en diciembre del 75!), los escualos siguen dando juego.

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