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Tournier, contrabandista filosófico, reúne tres de sus obras cumbre

  • El pensador francés, con 87 años, considera que ha sido "muy mimado" por la vida

Michel Tournier, leyenda viva de la novela francesa de la segunda mitad del siglo XX y "contrabandista", dice, de filosofía, publica ahora en español y en un solo volumen tres de sus títulos fundamentales: Viernes o los limbos del Pacífico, El Rey de los Alisios y Los meteoros.

Desde la atalaya de sus 87 años recién cumplidos en diciembre, Tournier (París, 1924), germanista y filósofo de formación, echa la vista atrás y concluye, en una entrevista, que ha sido "muy, muy mimado por la vida" y que ha tenido "mucha suerte".

Un firme convencimiento que le ha llevado recientemente a escribir en su "diario extimo" (lo contrario a "intimo", aclara), donde apunta sus ideas, el epitafio que querría para su tumba: "Te he adorado, tú me la has devuelto centuplicada, gracias vida".

"La mirada sobre el mundo depende del mundo pero sobre todo de la mirada", reflexiona este autor, considerado el mejor de su generación, que se afana por introducir en sus obras, con naturalidad, conceptos filosóficos y variaciones de mitos clásicos.

"Tengo la impresión de que inventamos crisis y cosas que no existen, lo esencial es la paz. Yo conocí la Alemania nazi, la Segunda Guerra Mundial, la Liberación, la guerra de Argelia. Ahora no hay guerra (...). Hay que felicitarse, ser felices, creo que el mundo es relativamente feliz, no ha estado jamás tan tranquilo. ¿Dónde está la guerra, la crisis, la hambruna?... Hay que tomar un poco de distancia", señala Tournier.

Él, antiguo viajero impenitente, vive ahora recluido en su casa de Choisel, a unos 50 kilómetros de París, varado por "las limitaciones de la vejez", pero su mirada perspicaz e inteligente no se detiene, como da fe su último manuscrito Miravilla, "que viene del latín y significa 'las cosas admirables", comenta.

Y admirable le parece la Geografía, que define como "la celebración de la belleza del mundo", frente a la Historia, "una colección de horrores", afirma Tournier, para quien hay "un signo infalible" para reconocer al ser amado y es, asegura, "cuando su rostro nos inspira más deseo que cualquier otra parte de su cuerpo".

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