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Vicente Ayala, hasta siempre

"Me alegro mucho de haber venido a Granada, pero me alegro más de volver a Buenos Aires", me dijo en 2007 Vicente Ayala. Entonces nos despedimos hasta pronto. El sábado, 5 de abril, murió con 101 años en la capital argentina, donde se había instalado tras la guerra civil española, siguiendo los pasos de su hermano Francisco, con quien estuvo siempre tan unido. Había nacido en Granada el día 14 de diciembre de 1911. No fue un intelectual, pero en los años treinta ganó con el número uno las oposiciones al cuerpo técnico de la Marina, a base de memorizar temas, como "hombre de gran voluntad" (según se lee en Recuerdos y olvidos); esa misma voluntad le permitía acudir cada día, casi hasta el último de los suyos, al negocio de papelería y librería que abrió -y abierto sigue-en la avenida porteña de Santa Fe, en julio de 1940. En noviembre de 2009 grabamos en esa librería unas declaraciones suyas que están recogidas en el documental Vicente Ayala: el guardián de los cuadros, que invito a ver a través de Internet. En su peripecia para llegar hasta Argentina le acompañaba su primera esposa, María Luisa Franco Ruiz, madre de sus dos hijos, Vicente y Ana María. Con él llevó, sin marco y ocultos en el fondo de un baúl, algunos cuadros pintados por su madre, Luz García Duarte, y objetos fabricados a mano por su padre, Francisco Ayala Arroyo (le gustaba decir que fue su hijo favorito), que consiguió salvar y conservó, como conservó siempre los buenos sentimientos para sus familiares. Muy recientemente algunos de esos cuadros cargados de recuerdos han sido devueltos a Granada gracias a su generosidad. Estos días recibíamos desde el hospital donde se encontraba ingresado noticias alentadoras; será una crisis más, la pasa cada año, qué fuertes han sido estos hermanos, qué resistencia, nos decíamos. Está con la cabeza muy clara, y bromeando, ya sabéis, como siempre, nos contaba -pero ya sin poder ocultar su dolor-Carmen Padrón de Ayala, la que desde ayer es su viuda, la mujer que lo ha acompañado hasta el último instante. Toca de nuevo despedirse, Vicente, pero hasta siempre ahora.

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