Antonio Carvajal. Poeta

"Le estoy muy agradecido al amor carnal"

  • El Premio Nacional de Poesía publica en Entorno Gráfico 'Setiembre en los jazmines', que reúne dos libros que vieron la luz por separado por motivos editoriales en 1983 y 1984

-'Setiembre en los jazmines' une dos libros: 'Del viento en los jazmines' y 'Noticia de setiembre'. ¿Por qué en su día se publicaron separados?

-Coincidieron dos motivos distintos. Uno, las editoriales hacen peticiones y ponen condiciones como la limitación de páginas. Otro, la necesaria revisión y ordenación de los poemas que no recogí en Extravagante jerarquía, volumen en que no se incluían poemas inéditos.

-¿Es un título mestizo y una vuelta al plan inicial, el de un cancionero?

- Del viento en los jazmines lo encontré en Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Noticia de setiembre, en Nocturnos, de Elena Martín Vivaldi. El nuevo título oculta desde fuera mi clara voluntad de homenaje a dos de mis grandes modelos, pero el homenaje se mantiene dentro y da sentido a la tensión entre vida íntima e historia que es, en definitiva, lo que genera un cancionero.

-Pero hay también alguna diferencia del tono entre ellos: 'Noticia de setiembre es más elegíaco' que 'Del viento en los jazmines', más gozoso.

-Diría que en Noticia de setiembre el amor cuenta menos y la edad pesa más.

-El poeta Manuel García, director de la colección, firma el magnífico prólogo. ¿Lo eligió usted para analizar esta nueva etapa conjunta?

-Me parece que nos elegimos mutuamente. Manuel García y yo llevamos muchos años compartiendo vida en poesía, y este libro con su prólogo es un acto más de convivencia.

-García subraya que no ha leído un libro "donde en tan breve espacio se junten tantas y tan variadas formas métricas". ¿Por qué ese repaso a la lírica popular?

-El octosílabo y otros versos breves están prácticamente ausentes de Extravagante jerarquía. Y en mi escritura, en cambio, abundan. Pero las mías no son tanto recuperaciones de la lírica popular cuanto elaboraciones a partir de ecos cultos.

-Muchas de ellas están prácticamente en desuso en la poesía actual, como la endecha, la seguidilla gitana, las silvas arromanzadas, el cantar de amigo paralelístico, la oda, el ovillejo...

-Somos tantos los que escribimos que inventariar las formas en uso o en desuso parece tarea imposible. Lo mío no es excepcional. Rafael Guillén, por ejemplo, tiene ovillejos espléndidos.

-Manuel García lo señala como "el único profesor de métrica (que lo ha sido en la Universidad de Granada), respaldado con la autoridad de su propia poesía". ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

-Me parece que exagera, pero agradezco el fervor con que lo dice.

-Por qué tantas glosas, más que glosas, de autores clásicos como San Juan de la Cruz, Góngora, Machado o Lorca.

-Leer a los maestros y actualizarlos es conversar con nuestros difuntos, entendiendo que tal diálogo es el mejor medio de mantenerlos vivos y de incorporarse uno mismo a tan fértil caudal de poesía.

-Recopila poemas escritos entre 1963 y 1980 y avanza del amor carnal al desengaño para desembocar en el triunfo de la amistad y el consuelo sereno. ¿Es el curso natural del amor?

-Cada amor tiene su curso y su discurso y suele ser más producto de la cultura que de la naturaleza, como casi todo lo humano. Le estoy muy agradecido al amor carnal, mis desconsuelos vienen más por vía ideológica que sentimental.

-También hay otras temáticas, como el dolor de España de los poemas de la sección 'Variaciones dolientes'. Ahí arremete contra el dictador ("halcón de pico maduro") y en recuerdo de las víctimas de la represión franquista, como el joven Francisco Javier Verdejo, asesinado por pintar en un muro "Pan, Trabajo y Libertad". ¿Cree que el tema de la memoria histórica se está gestionando correctamente tanto por parte del Gobierno central como del autonómico?

-La memoria es una potencia del alma cada vez más decaída. A ninguno de los gobiernos que nos desgobiernan (el central, el autonómico y el eclesiástico) le interesa que le recordemos sus deberes. Sin memoria no hay historia, sólo presente, que es lo que interesa al poder. Y así nos va.

-Se sigue reconociendo en estos versos de hace más de tres décadas.

-Sí; no es que me reconozca, es que me siento vivo en ellos.

-El libro tiene una 'Guía para el lector', una especie de índice para que no se pierda, entre otras cosas, en la extensa red de dedicatorias de estos poemas.

-No suelo escribir para mí mismo, habitualmente pienso en lectores concretos, destinatarios íntimos de mis poemas aunque sus nombres no se manifiesten. La guía me permitió presentar los textos con exención más clara.

-El libro contiene numerosos homenajes vitales, ¿también literarios?

-Escribir es un acto vital muy complejo, tanto que homenajear a los que ya no están es mantenerlos vivos y hacerlo a los vivos es proyectarlos a más luz futura. Se escribe poesía para asegurar la vida en lo que tiene de bondad, verdad y belleza. Si esos grandes bienes se encuentran en obras de otros, reconocerlo y manifestarlo me parece una obligación ineludible; por eso el libro se cierra celebrando a Vicente Aleixandre.

-Precisamente, 'Servidumbre de paso', hace referencia a la obligación que tiene una finca de dar paso a personas, ganado o maquinaria y, en este caso, usted espera que el lector de sus poemas los utilice "para transitar hasta los modelos aquí consignados y por este libro ejerzan su derecho de servidumbre de paso hacia los ricos dominios de nuestra mejor Poesía". ¿Es un objetivo modesto?

-Así lo pensaba, pero cierto comentarista malévolo me acusa de soberbio. Mi propósito era, y sigue siendo, cantar "lo que me da contento y lo que quiero", con toda la humildad de quien sabe la distancia que media entre sus modelos y sus logros, como gesto de gratitud y, a la vez, de aviso para lectores futuros.

-¿Trabaja ahora mismo en algún otro libro?

-Sí, hago lo que menos me gusta, corregir pruebas de libros propios y ajenos. Pero no escribo, me he tomado la jubilación en serio.

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