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Un libro analiza la figura de Isidoro Máiquez y el teatro de su tiempo

  • El estudio contiene una completa documentación sobre su actividad escénica

La figura del actor teatral Isidoro Máiquez (Cartagena 17 de marzo de 1768 - Granada 18 de marzo de 1820) es analizada a fondo en un nuevo libro que será presentado hoy, a las 19.30 horas, en la Feria del Libro de Madrid.

Máiquez es considerado uno de los más importantes actores de teatro de su tiempo. Según los expertos, se convirtió en un referente capaz de introducir modelos de naturalidad en la interpretación, a la vez que modificó la declamación tradicional y cambió las convenciones teatrales para mejorar la sensación de realidad a través no sólo de la interpretación, sino también de los decorados y el vestuario.

El libro recupera un estudio que a este intérprete dedicó Emilio Cotarelo en 1902 y que contiene, no sólo una completa documentación sobre su actividad escénica, sino además una descripción del entorno en el que vivió y ofrece una panorámica del mundo de los cómicos de la época.

Máiquez empezó muy joven en los teatros de Cartagena, Málaga, Valencia y Granada, e hizo su debut en el Coliseo del Príncipe de Madrid en 1791, dentro de la Compañía del actor Martínez en la que actuaban las mejores actrices del momento, María del Rosario Fernández la Tirana.

Casado con Antonia Prado, también actriz, se enfrentó a los convencionalismos y amaneramientos que dominaban la interpretación a fines del siglo XVIII. Máiquez extendió el naturalismo propio de los entremeses de Lope de Rueda a la comedia, al drama y a la tragedia, con lo que pasó de ser un perfecto desconocido a primer actor del Coliseo del Príncipe. De hecho, su primera actuación exitosa fue El celoso confundido, representada en el teatro de los Caños del Peral el 20 de junio de 1801.

Admirador de Shakespeare y del gran actor francés de la Revolución François-Joseph Talma, el Gobierno español le concedió una pensión de 400 reales mensuales por mediación del ministro Manuel Godoy para que fuera a conocerlo y a estudiar su técnica en persona a París. Regresó en 1802 y consiguió grandes éxitos con Otelo (Shakespeare, 1802), en el Coliseo de los Caños del Peral; Polinice (Vittorio Alfieri); La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca; Pelayo, de Manuel José Quintana; Bruto, de Alfieri; y Numancia, de Cervantes.

Además, introdujo algunas reformas importantes en la vida teatral madrileña, como suprimir los vendedores ambulantes en los teatros y al gracioso que anunciaba a telón corrido las funciones de días sucesivos, dar representaciones de noche y anunciar las comedias en carteles impresos.

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