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Un aprendiz de brujo en Wall Street

Thriller, EEUU, 2011, 105 min. Dirección: Neil Burger. Guión: Leslie Dixon. Fotografía: Jo Willems. Música: Nico Muhly, Paul Leonard-Morgan. Intérpretes: Bradley Cooper, Robert de Niro, Abbie Cornish, Andrew Howard. Cines: Cinema 2000, Kinépolis, ArteSiete Alhsur.

Unos espléndidos títulos de crédito abren una película tan original que resulta inclasificable en los parámetros de los géneros y poco identificable con las actuales tendencias del cine comercial norteamericano. Lo más parecido que se me ocurre como término de comparación son las novelas satírico-moralistas de tono fantástico del siglo XVIII inglés o las travesuras burlonas y pesimistas de un Mark Twain. No es que esté a la altura de estos modelos, pero tiene un aire de familia en lo que a la sátira fantástica del desquiciado mundo de las finanzas se refiere.

He aquí a un joven y frustrado escritor sin obra que se pasa las horas muertas frente a su ordenador. Un día nefasto en el que está a un paso del alcoholismo, ser abandonado por su novia, despedido por su editora y echado del cuchitril en el que malvive, se tropieza con el golfo de un excuñado traficante de drogas. A cambio de un trago gratis le soporta una charla absurda sobre unas pastillas que logran multiplicar prodigiosamente la potencialidad cerebral. El tipo, por no tener nada que perder, toma una. En cuatro días empieza y termina su novela; y en pocas semanas es una celebridad millonaria cortejado por el más poderoso tiburón de los negocios.

Recurre a lo fantástico con connotaciones científicas, pero no es ciencia ficción. Sorprende en vertiginosos giros de guión, pero no es suspense. Hay asesinatos, luchas y persecuciones, pero no es cine de acción. El mérito de esta película es no pertenecer a ningún género a la vez que juega con varios de ellos. Neil Burger, que nos había ofrecido dos películas estimables (Entrevista con el asesino y Tres tipos con suerte) y una realmente notable (El ilusionista), roza aquí lo segundo para quedarse en lo primero: una obra estimable, inteligente, original, pulcramente rodada y muy bien interpretada (logra uno de los trabajos más naturales y menos afectados del gran De Niro vistos en estos últimos años). Pero le falta o le sobra algo -o incluso las dos cosas- para alcanzar la maestría de El ilusionista.

Tal vez le sobre acción (subtrama del asesino a sueldo, karate en el metro) y le falte profundización en la sátira fantástica de los aprendices de brujos de Wall Street que nos tienen donde nos tienen.

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